Sangre alborotada,
de realeza sin trono, de reino de pobreza,
de sentimientos dispares,
disparos con balas de odio, riquezas y barro,
venas enjauladas,
atracadas en puertos sin navíos,
sudores que enfundan sangre en la mirada,
en las afueras del alma,
en la piel erizada de frío, miedo, de ayer sin hoy,
esa sangre que se derrama en la vida,
en la soledad, torpeza, angustia,
que apenas es bombeada,
que apenas alimenta de latidos el cuerpo,
el alma y la tenue luz que filtra una ventana herida,
que recorre, calla y agoniza
sin permiso ni lógica,
que sabe sentir, sabe sufrir, sabe morir,
cuando él dice ¡basta!
¡hasta aquí he llegado!
X - El cuerpo
No hay cuerpo con traje, perfume, joyas,
con harapos, con hedor, con alambre y cartón,
con moneda bancaria,
con hambre ultrajada,
al que le perdone el silencio,
la paz, la tortura, el abismo.
Un cuerpo encierra muchas vivencias,
el tiempo, la luz, el brillo de los días,
casi todo engendra diferencias,
más la sangre posee el mismo estigma,
el mismo tono rojizo,
sin distinción de piel, linaje y complexión.
Al igual que la muerte.
Perpetuo, indecoroso, feliz,
hermético, abierto,
rey destronado, lacayo hambriento,
ordenado dentro de un desorden,
desnudo ante el oxígeno infestado,
vestido de harapos de huellas y vida,
tormentosa locura, risas y llantos.
II – OJOS
Llagas de terciopelo de imágenes encadenadas,
la vida a golpes de miradas,
cicatrices que oscurecen el sol brillante,
las mañanas asfixiadas sin rocío,
el árbol resfriado de hojas,
bosques sin vegetación,
caminos sin empedrado, vista sin vida.
III – NARIZ
¿A qué huele el dolor?
¿las lápidas olvidadas,
los paseos solitarios,
esas arrugas talladas en el tiempo?
¿a qué huele la vida?
¿la vivencia, el consuelo, el desasosiego?
¿qué exhala un alma muerta?
IV – OÍDOS
El silencio de la noche,
el estruendo de la tormenta,
la voz que no se escucha,
los consejos que no te llegan,
el reclamo de la avaricia,
el sollozo de alguien en desamparo,
el féretro silencioso, la llamada del nicho.
V – MANOS
La despedida a golpes dolorosos,
un apretón lleno de intrigas,
esa que aboga libertad,
la que se ahoga en su vacío,
las que solicitan auxilio,
aquellas repletas de abalorios,
una, de tan pocas, que te ofrece ayuda.
VI – BRAZOS
Cuerpos fríos, solitarios,
andarines por caminos erróneos,
desvalidos e incomprendidos,
de la misma raza, pero otra especie,
apagados, encendidos,
pobres atormentados,
y un abrazo sentido de calor y aliento.
VII – PIERNAS
Caminos pateados,
de asfalto, adoquín, tierra, arena,
aquellos que no entienden de final,
que no atienden a partidas, a llegadas,
y que un día, sin apenas hacer ruido,
se convierten en prohibitivos,
e indican los altares del fin sin infinito.
VIII – PIES
Descalzos, desvalidos,
destrozados y destronados,
la vida arrastrada a cada paso,
y a cada paso una nueva vivencia,
un nuevo reclamo, un nuevo antojo,
un tropiezo, un obstáculo,
paso a paso, sin paso final de existencia.
IX – CORAZÓN
Sangre alborotada,
de realeza sin trono, de reino de pobreza,
de sentimientos dispares,
disparos con balas de odio, riquezas y barro,
venas enjauladas,
atracadas en puertos sin navíos,
sudores que enfundan sangre en la mirada,
en las afueras del alma,
en la piel erizada de frío, miedo, de ayer sin hoy,
esa sangre que se derrama en la vida,
en la soledad, torpeza, angustia,
que apenas es bombeada,
que apenas alimenta de latidos el cuerpo,
el alma y la tenue luz que filtra una ventana herida,
que recorre, calla y agoniza
sin permiso ni lógica,
que sabe sentir, sabe sufrir, sabe morir,
cuando él dice ¡basta!
¡hasta aquí he llegado!
X - EL CUERPO
No hay cuerpo con traje, perfume, joyas,
con harapos, con hedor, con alambre y cartón,
con moneda bancaria,
con hambre ultrajada,
al que le perdone el silencio,
la paz, la tortura, el abismo.
Un cuerpo encierra muchas vivencias,
el tiempo, la luz, el brillo de los días,
casi todo engendra diferencias,
más la sangre posee el mismo estigma,
el mismo tono rojizo,
sin distinción de piel, linaje y complexión.
Al igual que la muerte.