Pobre bardo

[Raul Muñoz]

A quienes sufren por amor.


Blanda pelusa rubricando castañas,
la majestuosa beatitud de tus ojos.

Caigo como un relámpago hacia ti,
hacia la claridad de un vértigo azul
que recorre el rubor de los labios,
afluencia amanecida en tu boca.

Suena la distancia que deshoja calendarios
en el recuerdo juvenil con túnicas celestes.
En mis manos temblorosas llueven lágrimas,
melodías que murieron por tu virginidad.

Tus cabellos irisan la luna de mi naufragio
y yo, ay, pobre de mí, me aferro a la brisa
que pasa ligera, llevándose el recuerdo:

la hermosa silueta de tu cuerpo de cristal
bañado en oro líquido de aroma tostado.

Ausente tu cintura sin mi acordeón
cubre de pañuelos tristes la ribera,
de ojos que vuelan como flamencos
en bandadas adormeciendo caricias,
cubriendo de un manto rosa claveles
de esperanza en mi triste corazón,
anclado a la tierra tan tristemente.

Respirando sin perdón tu silencio,
me bebo la tristeza de mi soledad
clausurando a diario el desvarío,
escribiendo ausente el temblor.

En el contorno de tu piel, ocultas, tantas golondrinas
ensordecen la voz entrecortada de tu boca donde giran las calles, que no llevan hacia ti.

En mi pecho languidece el puñal, como un mechón
de nostalgia u olvido empapado de secretos, cómplice de la pena de un pobre bardo.

Inalcanzable es mi poesía, es mi amor, eres tú.
Tan lejana como la calma después de la tempestad,
como no llegar a morir -sin ti- queriendo morir
tan lejos de la luz que resplandece por el vidrio,
donde tu belleza desfigura mis ojos
como una tempestad no nacida
o la calle calcificada de huesos
que no llevan hacia ti.

Me acorrala sin compasión tu sonrisa inaccesible,
tu indiferencia infantil por mi rostro ardientemente desdibujado del paisaje.

En morteros de soledad discurren ríos
de palomas ensangrentadas sin amor,
cogiendo castañas al cercenar la huida
de los pechos infantiles, como alfileres
de lluvia increada sin hojas de otoño.

Dócil bajo las ramas del castaño
recuerdo aquel amor imposible.

No llego a morir queriendo morir.

[E. R. Aristy]

A quienes sufren por amor.


Blanda pelusa rubricando castañas,
la majestuosa beatitud de tus ojos.

Caigo como un relámpago hacia ti,
hacia la claridad de un vértigo azul
que recorre el rubor de los labios,
afluencia amanecida en tu boca.

Suena la distancia que deshoja calendarios
en el recuerdo juvenil con túnicas celestes.
En mis manos temblorosas llueven lágrimas,
melodías que murieron por tu virginidad.

Tus cabellos irisan la luna de mi naufragio
y yo, ay, pobre de mí, me aferro a la brisa
que pasa ligera, llevándose el recuerdo:

la hermosa silueta de tu cuerpo de cristal
bañado en oro líquido de aroma tostado.

Ausente tu cintura sin mi acordeón
cubre de pañuelos tristes la ribera,
de ojos que vuelan como flamencos
en bandadas adormeciendo caricias,
cubriendo de un manto rosa claveles
de esperanza en mi triste corazón,
anclado a la tierra tan tristemente.

Respirando sin perdón tu silencio,
me bebo la tristeza de mi soledad
clausurando a diario el desvarío,
escribiendo ausente el temblor.

En el contorno de tu piel, ocultas, tantas golondrinas
ensordecen la voz entrecortada de tu boca donde giran las calles, que no llevan hacia ti.

En mi pecho languidece el puñal, como un mechón
de nostalgia u olvido empapado de secretos, cómplice de la pena de un pobre bardo.

Inalcanzable es mi poesía, es mi amor, eres tú.
Tan lejana como la calma después de la tempestad,
como no llegar a morir -sin ti- queriendo morir
tan lejos de la luz que resplandece por el vidrio,
donde tu belleza desfigura mis ojos
como una tempestad no nacida
o la calle calcificada de huesos
que no llevan hacia ti.

Me acorrala sin compasión tu sonrisa inaccesible,
tu indiferencia infantil por mi rostro ardientemente desdibujado del paisaje.

En morteros de soledad discurren ríos
de palomas ensangrentadas sin amor,
cogiendo castañas al cercenar la huida
de los pechos infantiles, como alfileres
de lluvia increada sin hojas de otoño.

Dócil bajo las ramas del castaño
recuerdo aquel amor imposible.

No llego a morir queriendo morir.

Un poema de amor agridulce y hermoso, Raúl.

[Raul Muñoz]

Gracias, Roxane, por venir y dejar tu huella en este canto de amor entristecido.

Un abrazo.

[Óscar Distéfano]

Con el sello del más puro romanticismo, nos describes las tribulaciones de un desamor con destino inexorable en su tristeza.
Ha sido para mí interesante leer tu poema y rememorar ese mundo casi olvidado del amor puro, que el bolero ha popularizado en el mundo hispánico. Salud!

Un abrazo con empatía.
Óscar

[Carmen Moro Frías]

Hola Raul
Tu poema efectivamente transita del amor a la nostalgia y casi a su ausencia o desamor
pero a veces es mejor el desamor qur el vacio
Un abrazo y feliz año

[Raul Muñoz]

Gracias, Óscar, por tus atentas palabras para este poema que quiso ser bolero.

Un abrazo.

[Raul Muñoz]

Gracias, Carmen, por tu dedicación al poema. Me alegro de tu visita.

Un abrazo.