¿Blanca? Negra Navidad

[Alejandro Costa]

Buen poema, Alejandro. Tú y yo sabemos que no está entre lo mejor que estás escribiendo.


Un abrazo.

Lo sé, es cierto, pero ello va encadenado a mis limites. De vez en cuando, me salgo de ellos, pero muy pocas veces.

En fin, te has ganado otro abrazo.

Salud.

[Alejandro Costa]

Es, éste, un olimpo de dioses caídos.


¡Cómo brillan las guirnaldas, las luces, los escaparates!
¡Cómo nos movemos de aquí para allá, de allá para acá!
¡Cuántas bolsas, cuántos regalos, cuántas ilusiones!
¡Es navidad, pronto, nochebuena, atracones de comida, obsequios,
sonrisas, felicidad!
¡Es navidad, la blanca y pura navidad!

22 de diciembre
El cielo se nutre de luz, de brillos y de bolitas de lotería.
Es un día de eterno gozo,
de alegría infinita para aquellos que creen que el dinero todo lo soluciona,
aquellos que con una botella de champán
lanzan al viento su alegría,
esa que extenúa la imagen de una vida que imaginaban débil.
Y mañana será otro día, y mejor.
Hay quién los mira, sonríe,
mientras arrastra los cartones de una cama sin marca.

23 de diciembre
El ayer, aún resuena en las calles.
La gente, nosotros, nos lanzamos a ella.
Hay que comprar,
abastecer todos los rincones de una mesa para celebrar,
da igual el coste,
debe haber de todo,
nada puede faltar.
Tiene que sobrar,
y si así es,
el día de navidad tendremos otra celebración.
Durante el paseo,
encontramos figuras,
en silencio,
con ropa sucia,
un carro lleno de botellas, plásticos, trapos,
una cazuelita, un platillo…
…unos pocos céntimos, en busca de clemencia.

24 de diciembre
Y llega el día,
poco a poco las calles se vacían,
vuelve el silencio,
solo quedan los guardianes de las losas, adoquines, asfalto,
los artistas de papiroflexia aplicada al cartón,
los de sacar un banquete de cualquier contenedor de basura,
una manta del centro comercial de la miseria,
y una sonrisa,
de esas, con las que el diablo malignamente te obsequia.

Mañana todo seguirá igual,
el afortunado, nosotros,
disfrutando de nuestra blanca navidad,
él,
con la ilusión de que su supermercado, el contenedor,
esté repleto de exquisitos bocados.

Y todos tan contentos,
¡qué más da!
¡es Navidad!

La comercialización de la Navidad, la explotación del sentimentalismo. El ojo que no se cansa de comer...expresas esa ansiedad navideña que marca no la felicidad sino el afán de ser feliz. Es un poema diciente, indispensable

Abrazos.

Infinitas gracias, Era.

Muy amable.

Besos.

Salud, felicidad y paz.