Respiro como un pingüino
rodeado de avestruces
que aullan a la luna de sangre.
No quiero más, ni menos,
que cualquier ave pasajera.
Como sé nadar, lo hago
en las heladas aguas
del ostracismo,
no es necesario buscar excusas,
y con mi plumaje invisible
cabalgaré las desheredadas olas
de un mar cubierto
de peces muertos.
A nivel sub-acuático Pink Floyd
suena como un naufragio
bajo el ritmo
de mis suspiros nerviosos.
Intuyo la nueva victoria
de la apatía travestida
de orgullo honorable,
y miro el televisor
con la desgana errante
de quien revienta de dentro
hacia afuera.
Luego asumo deudas antiguas
solo por no encararme
con alguna cosa que huela
a vida,
y rio, y grito, y golpeo las aletas
contra la fria pared de hielo.
Pero es que sólo soy
un triste pingüino
rodeado de avestruces
que aulla a la luna de sangre.