al borde de la escalera para decir a la niña
bonita,
bendita seas entre olas de alabastro,
porque no dejaste rastro,
huella ni estela
que hablara de los amores entre el barco y la sirena.
Y prendieron sus candiles
procesiones de luciérnagas por la vereda del faro,
para que tú y yo supiéramos
cómo desfilan los besos, al quicio
¡ ay !,
al quicio de los corales,
suaves,
de madreperlas.
Y cuando la marea ciegue los esquejes de la roca,
será beso rojo-fuego,
que nadie,
nadie moleste el ron-ron que hacen las velas
que son-somos dos amantes al borde,
al borde de orgasmoseda.

(A veces pasan cosas de esas raras cuando el día entero es un veinticuatro de octubre. Como hoy por ejemplo. Y me pinto un romance "vidaliano" en días de vino y rosas)