
Queriendo seguir al sol,
al atardecer marcharon,
mas él comenzó a andar
al lado opuesto a poniente,
los demás con extrañeza
al observarle indicaron:
- nunca alcanzarás el sol
si no vas hacia occidente.
- No podré alcanzar el sol,
-dijo el hombre con voz fuerte-
pero el sol vendrá hasta mí
y yo lo estaré esperando,
entretanto al corazón
prepararé de tal suerte,
que con júbilo la noche
pueda yo seguir cruzando.
Así marchó en soledad
hacia el este aquella noche,
noche que se hacía más
y más breve a cada paso,
y como quiera que nunca
es vano ningún derroche
al final miró en el cielo
al sol subir sin atraso.
Y llegaron las aves con sus trinos
y se abrieron las flores tan hermosas
y en el valle entre lampos ambarinos
vio jugar a los niños
y volar mariposas...