
Ascendí como el humo,
como avocado al cielo,
me fijo y me concentro, nada hay anterior
al destino,
la cadencia de las profundidades
desbanca a los sentidos como a la superficie.
Vivo en un desnivel que me vigila,
como un depredador de cimas y caminos.
Los rectos pedestales dejan correr el surco de la historia.
Las manos del colapso, siempre llenas
de la sangre que ocupa la poesía,
cuando la sequedad de los labios habla
en presencia del latido,
lejano y distraído me disparo
sin distancia precisa, sin alcance severo,
es solamente así que abarco lo posible,
y conozco los límites del tú.