Plaza de Oriente,
no podías saber,
la poética incidencia
de una niña llamada Fuego.
Tampoco intuir el croquis del amor,
enterrado bajo tus aceras.
Murmuraba el portal
aquel viaje en el cielo de África,
una hermana lejos
y aita, vencedor de todas las batallas.
Era una iglesia pequeña
con milagros de infancia,
era una calle de cuentos
linaje de vertientes...
Cerca, la calle Mayor,
almíbar de retorno,
entregada luz.
Mujer crecida en las llamas
del arte,
en los recodos de la fiebre,
en el aura de los reyes godos.
Se han empapado las nubes
de cariño fiel,
se han regado las semillas
en noviembre.
Plaza de Oriente, madre buena,
hoy hemos tomado un café
bajo la sombra
de tu infinita magia.
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