
El empedrado de la calle; la luz
del alba, el sueño en la quietud del aire,
las horas mudas y los ojos fijos.
Espera interminable con café
frío; noche tan larga en los relojes
sin tiempo que medir en sus minutos.
Ya levantó la bruma su tristeza
húmeda y gris; en lágrimas el día
la ausencia envuelve. Qué puerta no se abre,
qué puerta se te cierra del amor,
del amor, ay, sabes la puerta abierta.
Ay, amor, tras la puerta ya cerrada.
González Alonso