Ramón Carballal escribió:
Mil kilómetros de asombro,
interminables y oscuros se
cruzan los autos y ya no me creo
que esto sea el mar, sino un maldito
sendero de cruces
rojas.
Me pregunto por qué
sonríe esa niña que quizá tenga
quince años,
por qué abre las piernas
y lo único que no cubre son los muslos
y mira como si le sobrara el hambre
o hubiera perdido un juguete que
nunca tuvo.
No entiendo la razón de las casas
cuyos muros se doblan en esquinas
y se ofrecen
al furor de los faros.
Ni si acaso ha sido
esa dudosa arquitectura de los alcornocales,
quebrados al dolor,
tan distintos a la curiosidad
casi militar de los álamos,
la que ha convertido el paisaje
en una gran chimenea de hollín azul
en la que suben y bajan los asfaltos,
las líneas amarillas, los andenes que forman diques
en las interminables autopistas de mis venas.
Después de leer tu poema me invade una sensación a déjà vu. Y es que me resulta muy familiar la expresión "autopistas de mis venas". Juraría habértela leído antes, pero el poema en sí no lo recuerdo. Igual sí que lo leí y sólo se me quedó eso, aunque sería injusto esa memoria selectiva, porque tiene muchos más versos encomiables, como los que te he subrayado. También me ha gustado la paronomasia "furor/faros".
Es un placer perderse en esa jungla de asfalto que es tu poesía. Saludos, Ramón.