Despedida
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
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Despedida
Al caer la tarde las sombras pasean abrazadas
por el bulevar de plátanos cobrizos y los maniquíes
se pintan de luna mientras los camareros danzan
entre las mesas como gatos asustados
y en los hospitales o en las habitaciones por horas
se concibe la vida y la muerte.
Calle arriba un silbido anuncia la llegada
de las lágrimas que todos los astros ignoran
en su ciega carrera por las ruinas del universo
del amor de primavera que trajo el rio
o el primer acorde que salpicará de Bach
los cristales del otoño.
Ibas tú iba yo en ese tren de latón y niebla
corcel con crines de fuego o relámpago seco
que hiere el árbol y la piedra y resuena en las cuevas
en el tiempo indestructible que nunca vio este amor
de los dos a un lado y a otro de la distancia.
Ibas tu iba yo cada uno con sus ojos aun llenos
de anoche de mañana de cuando y de siempre
y todo cada vez más pequeño y más lejos yéndose
tan sin remedio como el viejo tigre que respira
por última vez el aire color de selva.
Atardece y llueve cobre y los pájaros
aun laten en la arboleda y se despiden
o saludan en el filo de la luz
mientras descansan los caballos del sol
en el aire púrpura de la noche y las rosas
y los cuerpos respiran la última luz
antes que el mar de sombra y sacrificio
que sabe la verdad de los ahogados
la mentira del horizonte y el discurso del silencio
anegue los párpados que son refugio
de cimas desleídas en azules con música de viola
de sangre culpable y venganzas tardías
de lagunas que acogen cadáveres sin Historia
de viejos caballeros vacíos de recuerdos
del gato que dormita entre plumas de algodón
del ciego que escucha el color del petirrojo
de mujeres que sudan asomadas
a las ventanas del Bronx
del actor que llora sin libreto
con un vaso de whisky en la mano.
Quien ha de verme ahora tan anochecido
con una lágrima presta ante el ocaso
mirando la arena que guarda tu caligrafía
a salvo del viento y las olas
o la ceniza de los poemas que nunca escribí
y eran memoria de las llamadas sin eco
caídas en la hierba como rocío
sobre los alféizares de jardineras huecas
o sobre el lomo del perro sabio y paciente
en esa hora eterna de los relojes inmóviles
como cometas fríos en jardines de cristal
y aromas de soledad tan cierta como la barca
desmembrada en la orilla después de haber navegado
los mares invisibles que la luna acarrea en su espalda
quien sabe si contigo a bordo porque fuera suficiente
tanta longitud de firmamento entre tu y yo
y aquellos pájaros de hielo que sabían tu nombre
llamándote desde la blanca extensión muerta
del invierno aunque yo supe que sería largo
y callado el tiempo de volver sabiendo que la vida
sucede entre preguntas hechas a la ceniza
que la palabra transformó en homenajes
a la muerte dando vida a hombres y animales
y números y letras mientras enloquecíamos
ante la fragancia de tantas flores ¿Recuerdas
los parterres donde esperaban Haendel
la sombra de Falla o el frescor de Debussy?
tanta música que nos llevó en volandas
sobre los arroyos donde abrevan los riscos
y las huestes perdidas sin bandera ni recompensa
entre hoces que deshonran el toque del ángelus
colinas anónimas desnudas de caballos
mujeres inclinadas sobre el río de cristal
mujeres con alas de nube que acarician
como un oboe d´amore los niños del sol
y los recuerdos húmedos bajo los soportales
de las plazas de tiempo antiguo que vieron besos
y dagas y una risueña algarabía
cualquier domingo a la salida de misa
o los sonoros claustros que buscan
los asesinos pues allí se olvidan los recuerdos
y a las sombras las protege la santidad
que todo lo remansa en un silencio de cipreses
de arcos y sayones perfumados con el humo
de pecados que a duras penas suenan en la sala
del sacrificio incruento.
Las piedras golpeadas por el sol
bruñidas por la tormenta
y heridas de hierro y odio
que nunca quisieron honrar ni al mártir
ni al héroe que están de espaldas
me acompañan en una mesa desprovista y oscura
apenas con una manta y algo de vino barato
mientras afuera los leones afilan sus garras
en los escalones de este palacio
quizás prisión donde no suena la alegría
necesaria para el sueño de los alhelíes
alimento de las aves también de lenguas
de sierpes o de las bocas insaciables
y oscuras que mienten ternura
celda fría y tan lúgubre como la canción
muda de los cadáveres que después del horror
no grabaron señal ni enseñanza en su recuerdo
ficticio como ficticia es la gloria
contada por ningún superviviente
sin pensar en los pedestales que soportan
el gesto duro de un rey el ademán violento
de un general o los brazos tendidos
de una mujer Stabat Mater Dolorosa
con sangre con lagrimas.
Nunca pregunté ni supe porque no quise
-bastaba el perfume de aquella brisa-
quien pulsaba las arpas las noches cálidas
de velos y uvas y naranjos la espuma
de las olas danzando junto a los pies de ébano
lejos de la nieve que mordía vidas y alegrías
pues la muerte hacía su ronda cada noche
con distinto rostro en las tierras más allá de la vista
o en el mar de frágiles bajeles protegidos por dioses
gratificados siempre con ofrendas de su agrado
aunque nunca pensé que las mías
no lo fueran del tuyo.
He cerrado el bullicioso libro de mi vida
donde se lee el conjuro para amontonar sueños
de gaviotas de cíclopes los vientos gregales
de lejanas voces entre el dolor y el asombro
también de los bosques que ofrecen su silencio
a los cuerpos oscuros vacíos de alma
después que la sangre hubo manchado la nieve
y los pájaros asustados llegaran a nuestra ventana
perseguidos por el grito de la luz horrorizada
de chacales en el viento que recorre paisajes
de belleza violada paisajes donde tropieza
y cae la mirada como antes se durmiera
en tu contraluz recortado en los visillos
la habitación acechada por mis ojos amantes
donde soñabas con cisnes blancos con palmeras
heladas con algún actor de cine a lomos
de un velocísimo caballo de crines de oro
con el paquebote lento entre dos tierras con tanto
y con todo mientras yo quería soñar en mi sueño
el tuyo y llovía música desconocida
pues no habíamos nacido aun a Mozart
o a las canciones tristes que Juliette Greco
esparcía desde la ciudad de luz indiscutible
que sigue tendiendo la mano al que quiere vivir
ajeno a los oscuros ecos de perniciosos augures
o al humo de los cadáveres abandonados
a las olas como restos de mascarones
devociones o esperanzas entre la arena y la oscuridad
o en los andenes nocturnos y estrellados
donde zarpan locomotoras hacia la primera luz
que me descubrió un río seco y peces muertos
y árboles como dóricas columnas de carbón
allí donde cualquier esperanza es una utopía
y las noches de perros y catacumbas
guardan música de agua oculta y sueño
de ángeles dormidos y labios que apagaron mi sed
no con el beso que hace pensar en la muerte
de tan hondo y si para encontrarte
disuelta en los jazmines o latiendo en el coral
profundo e intocable del mar en primavera
cuando el aire blanco limpia la luna
y las ramas verdes y las miradas aun guardan
bruma fría. Hoy también ondean los lábaros
pero tampoco el aire te ha dejado caer;
Siguen siendo tristes las gaviotas y un aullido
sonará de nuevo en esta la noche larga.
.
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Re: Despedida
Lenguaje y emoción poética a raudales.
Se te echará de menos.
Tu manera de escribir es exquisita.
Enhorabuena
Un beso
Ana
http://www.laberintodelluvia.com
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Re: Despedida
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Re: Despedida
El mundo de los foros es muy complejo, yo ya llevo tiempo únicamente por este y, en realidad, lo hago con cortas visitas y poca interacción, mea culpa. Por aquí hay buenos poetas y buena poesía, también mucha de bajo nivel, pero claro, eso depende de los gustos de cada uno. Debo decirte que para el gusto de este lector, eres de lo mejor que ha entrado por aquí en los últimos tiempos, junto con Francesch y algún otro.
Cada saludo trae consigo una despedida, espero que esta no sea por mucho tiempo.
Un cordial saludo, compañero.
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Re: Despedida
Un abrazo enorme, Pablo.
Siento mucho tu despedida y, espero con ilusión, volver a leerte muy pronto.
Un poema largo y esencial; con aciertos y gran poder de evocación.
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."
El faro, Ramón Carballal
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Re: Despedida
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Re: Despedida
- Alejandro Costa
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Re: Despedida
La elegancia de los versos, las geniales metáforas que los acompañan y la calidad que atesoras hacen de él, lo anteriormente dicho, una maravilla.
Siento de veras que te marches, supongo que tendrás tus motivos, espero de estos que no tengan que ver con nada importante y sea tan solo un descanso.
Yo tampoco me acerco demasiado al foro, pero quiero seguir haciéndolo y hasta me es necesario, pero la vida a veces te maltrata y los deseos y los sueños se ahogan en su océano.
En fin, compañero, lo dicho, que no sea nada importante. Esperaré tu vuelta.
Un fuerte abrazo.
me perdono la vida cada día.…
Me sobra el corazón (Miguel Hernández)
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Re: Despedida
Te echaremos en falta.
Abrazos
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Re: Despedida
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Re: Despedida
- Marisa Peral
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Re: Despedida
Inmenso poema, Pablo, que dejo entero para leer y releer y recordarte hasta tu vuelta, que espero que sea pronto.Pablo Sales escribió: ↑Dom, 11 Sep 2022 0:48
Será este el, de momento, último susurro que me atrevo a comunicaros. Es largo y necesita paciencia, pero es necesario para mostrarme ante vosotros, amigos poetas, sin disfraz ni doblez. Nos volveremos a ver algún día, en cualquier jardín donde florezcan los versos y las rosas
Al caer la tarde las sombras pasean abrazadas
por el bulevar de plátanos cobrizos y los maniquíes
se pintan de luna mientras los camareros danzan
entre las mesas como gatos asustados
y en los hospitales o en las habitaciones por horas
se concibe la vida y la muerte.
Calle arriba un silbido anuncia la llegada
de las lágrimas que todos los astros ignoran
en su ciega carrera por las ruinas del universo
del amor de primavera que trajo el rio
o el primer acorde que salpicará de Bach
los cristales del otoño.
Ibas tú iba yo en ese tren de latón y niebla
corcel con crines de fuego o relámpago seco
que hiere el árbol y la piedra y resuena en las cuevas
en el tiempo indestructible que nunca vio este amor
de los dos a un lado y a otro de la distancia.
Ibas tu iba yo cada uno con sus ojos aun llenos
de anoche de mañana de cuando y de siempre
y todo cada vez más pequeño y más lejos yéndose
tan sin remedio como el viejo tigre que respira
por última vez el aire color de selva.
Atardece y llueve cobre y los pájaros
aun laten en la arboleda y se despiden
o saludan en el filo de la luz
mientras descansan los caballos del sol
en el aire púrpura de la noche y las rosas
y los cuerpos respiran la última luz
antes que el mar de sombra y sacrificio
que sabe la verdad de los ahogados
la mentira del horizonte y el discurso del silencio
anegue los párpados que son refugio
de cimas desleídas en azules con música de viola
de sangre culpable y venganzas tardías
de lagunas que acogen cadáveres sin Historia
de viejos caballeros vacíos de recuerdos
del gato que dormita entre plumas de algodón
del ciego que escucha el color del petirrojo
de mujeres que sudan asomadas
a las ventanas del Bronx
del actor que llora sin libreto
con un vaso de whisky en la mano.
Quien ha de verme ahora tan anochecido
con una lágrima presta ante el ocaso
mirando la arena que guarda tu caligrafía
a salvo del viento y las olas
o la ceniza de los poemas que nunca escribí
y eran memoria de las llamadas sin eco
caídas en la hierba como rocío
sobre los alféizares de jardineras huecas
o sobre el lomo del perro sabio y paciente
en esa hora eterna de los relojes inmóviles
como cometas fríos en jardines de cristal
y aromas de soledad tan cierta como la barca
desmembrada en la orilla después de haber navegado
los mares invisibles que la luna acarrea en su espalda
quien sabe si contigo a bordo porque fuera suficiente
tanta longitud de firmamento entre tu y yo
y aquellos pájaros de hielo que sabían tu nombre
llamándote desde la blanca extensión muerta
del invierno aunque yo supe que sería largo
y callado el tiempo de volver sabiendo que la vida
sucede entre preguntas hechas a la ceniza
que la palabra transformó en homenajes
a la muerte dando vida a hombres y animales
y números y letras mientras enloquecíamos
ante la fragancia de tantas flores ¿Recuerdas
los parterres donde esperaban Haendel
la sombra de Falla o el frescor de Debussy?
tanta música que nos llevó en volandas
sobre los arroyos donde abrevan los riscos
y las huestes perdidas sin bandera ni recompensa
entre hoces que deshonran el toque del ángelus
colinas anónimas desnudas de caballos
mujeres inclinadas sobre el río de cristal
mujeres con alas de nube que acarician
como un oboe d´amore los niños del sol
y los recuerdos húmedos bajo los soportales
de las plazas de tiempo antiguo que vieron besos
y dagas y una risueña algarabía
cualquier domingo a la salida de misa
o los sonoros claustros que buscan
los asesinos pues allí se olvidan los recuerdos
y a las sombras las protege la santidad
que todo lo remansa en un silencio de cipreses
de arcos y sayones perfumados con el humo
de pecados que a duras penas suenan en la sala
del sacrificio incruento.
Las piedras golpeadas por el sol
bruñidas por la tormenta
y heridas de hierro y odio
que nunca quisieron honrar ni al mártir
ni al héroe que están de espaldas
me acompañan en una mesa desprovista y oscura
apenas con una manta y algo de vino barato
mientras afuera los leones afilan sus garras
en los escalones de este palacio
quizás prisión donde no suena la alegría
necesaria para el sueño de los alhelíes
alimento de las aves también de lenguas
de sierpes o de las bocas insaciables
y oscuras que mienten ternura
celda fría y tan lúgubre como la canción
muda de los cadáveres que después del horror
no grabaron señal ni enseñanza en su recuerdo
ficticio como ficticia es la gloria
contada por ningún superviviente
sin pensar en los pedestales que soportan
el gesto duro de un rey el ademán violento
de un general o los brazos tendidos
de una mujer Stabat Mater Dolorosa
con sangre con lagrimas.
Nunca pregunté ni supe porque no quise
-bastaba el perfume de aquella brisa-
quien pulsaba las arpas las noches cálidas
de velos y uvas y naranjos la espuma
de las olas danzando junto a los pies de ébano
lejos de la nieve que mordía vidas y alegrías
pues la muerte hacía su ronda cada noche
con distinto rostro en las tierras más allá de la vista
o en el mar de frágiles bajeles protegidos por dioses
gratificados siempre con ofrendas de su agrado
aunque nunca pensé que las mías
no lo fueran del tuyo.
He cerrado el bullicioso libro de mi vida
donde se lee el conjuro para amontonar sueños
de gaviotas de cíclopes los vientos gregales
de lejanas voces entre el dolor y el asombro
también de los bosques que ofrecen su silencio
a los cuerpos oscuros vacíos de alma
después que la sangre hubo manchado la nieve
y los pájaros asustados llegaran a nuestra ventana
perseguidos por el grito de la luz horrorizada
de chacales en el viento que recorre paisajes
de belleza violada paisajes donde tropieza
y cae la mirada como antes se durmiera
en tu contraluz recortado en los visillos
la habitación acechada por mis ojos amantes
donde soñabas con cisnes blancos con palmeras
heladas con algún actor de cine a lomos
de un velocísimo caballo de crines de oro
con el paquebote lento entre dos tierras con tanto
y con todo mientras yo quería soñar en mi sueño
el tuyo y llovía música desconocida
pues no habíamos nacido aun a Mozart
o a las canciones tristes que Juliette Greco
esparcía desde la ciudad de luz indiscutible
que sigue tendiendo la mano al que quiere vivir
ajeno a los oscuros ecos de perniciosos augures
o al humo de los cadáveres abandonados
a las olas como restos de mascarones
devociones o esperanzas entre la arena y la oscuridad
o en los andenes nocturnos y estrellados
donde zarpan locomotoras hacia la primera luz
que me descubrió un río seco y peces muertos
y árboles como dóricas columnas de carbón
allí donde cualquier esperanza es una utopía
y las noches de perros y catacumbas
guardan música de agua oculta y sueño
de ángeles dormidos y labios que apagaron mi sed
no con el beso que hace pensar en la muerte
de tan hondo y si para encontrarte
disuelta en los jazmines o latiendo en el coral
profundo e intocable del mar en primavera
cuando el aire blanco limpia la luna
y las ramas verdes y las miradas aun guardan
bruma fría. Hoy también ondean los lábaros
pero tampoco el aire te ha dejado caer;
Siguen siendo tristes las gaviotas y un aullido
sonará de nuevo en esta la noche larga.
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Te deseo mucho éxito en tu nuevo proyecto y te echaré de menos.
Abrazos muy fuertes.
Marisa Peral Sánchez
- Ramón Carballal
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Re: Despedida
"El poema eres tú recomponiendo el espejo que cada día rompes".
"Comprender es unificar lo invisible".
"Elijo la lluvia, porque al derramarse, muere".
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Re: Despedida
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