Reían las cigüeñas al canto infantil del ábaco
marcando en cada bola,
la cúspide infinita en beso de los pinos.
Una y una deslizan el alambre y dos son fruto
que miden a la izquierda el soplo de la prisa,
y voy por la tercera que empuja sin cuidado
las patas de ese cuatro a punto de escayolas
y no, que tiene miedo
sin más, agarra con su panza la quinta descarada
y seis son compañía.
Y atiesa Don Alambre su fino tobogán
que duerme bola siete la siesta del borrego
¡¡¡empuja fuerte, ocho ¡!
que nueve ha calado
su boina hasta las cejas
y a golpes de bastón el viejo diez avanza.
¡ Cómo me sabe a cuento, a pan y chocolate,
el nido, las cigüeñas
y el dulce contoneo con que se avanza el ábaco
– toc-toc –
en el estante.!
Sujeta que sujeta los libros azul, fresa,
La Isla del Tesoro, la vida en Julio Verne,
y el mundo de juguete que
–entonces-
traían las cigüeñas.

( Redescubriendo los juguetes donde no hay móviles, ni mandos, sólo manos e imaginación. hace un horrible calor en mi bendito Alicante y en todo el mundo. Lógico si estamos en agosto , )