la palabra oprimida
que firma la crueldad de los acasos
que nunca se han movido de la lengua apagada
que se burla del sino taciturno
y esparce los destellos
de un mundo perturbado que nos hiere y se acerca;
inunda la bahía solitaria
con un marasmo inquieto y persistente
que siempre has paseado en tu locura
prendido en la añoranza húmeda de tu rostro
que navega en las nubes
lúgubres y temibles de tu velo,
surca la soledad de los mendigos
con las aves nocturnas que rezan en tu cruz
y sufren virulentas la amargura
que golpea tu puerta cerrada y subjuntiva
con un ardor confuso
que perece en la muerte de los puertos varados
en tu alma quebrada que susurra en la sombra
y se enciende en las horas
vencidas que traspasan la fecha arrugada
de una cita perdida
en una luna blanca
que vaga en la escollera de una blusa menguante
y penetra en tu boca con un turbio suspiro
que mueve los andamios tormentosos
de un sentimiento errante que agoniza
llorando en los balcones,
arrastrado en tu playa por la ira de los vientos.