el libro de los atardeceres dormía sobre tus senos,
amo de su historia,
solo contigo,
relajado,
desnudo,
doble filo del alma.
Y flotaba sin letras, como el polvo.
Y el rocío caía en los laureles,
como añil, con el cielo calándole los huesos,
me produjo escalofríos como si fuese a girar mi boca,
y al final de todo,
justo donde las tonalidades son un solo color,
como si fuese a encontrar algún día tu mano sobre mis labios,
sin fantasmas de tinta,
sin la sangre del agua,
pudiera tocarte, con mares en los dedos y con las luces del destino,
vestidas de tiempo,
desnudas de despueses.
Ahora y aquí, con este verso congelándose, algo oscuro nos mira y nos dice:
El uno con el todo es algo estremecedor.