que pausado y tranquilo llamaste a mi puerta,
bajito,
con miedo en la mano,
creyendo en la aldaba hallar un letrero:
- prohibida la entrada –
- ¿Tiene usted laureles?
- ¿No?
- ¡Fuera de mi casa!
Y no había puerta,
letreros ni fieros guardianes,
tan sólo la hierba bailando en rocíos
cubriendo la entrada.
A ti,
que aguardas con ansia mi hora sagrada
que hilvanas palabras nacidas del alma,
que hablas,
que naces
que vibras pinceles entre las escarchas de tiempos dormidos.
Por ti,
reclamo a las hadas luceros en lluvia,
para que solacen tus noches de agua,
albahacas, romeros, melisas y salvias
pintad melodías batuta en alzada
que tutele sueños,
sin puertas,
aldabas…
que viene mi amigo.

(José María... incluso llegó a publicar algo aquí. Compañero desde Poesía Pura, muy querido por mí. Mediterráneo gerundense.
Hasta donde estés)