de la calle y negruzcos basureros,
es su techo de estrellas y luceros
y sus panes mendrugos ya roídos.
Lo repudian sus hijos más queridos,
cual las bestias a diario carga aperos,
son sus ayes profundos y sinceros
y sus miembros se quejan ateridos.
Es el hombre esquivado por mendigo,
el que el tiempo lo hiciera tan huraño,
que prefiere portal antes que abrigo.
Es su llanto nostalgia del antaño,
del amor prometido por amigo
y su cena depende del apaño.