Carmen López escribió:5RQ2Z37TGNG3NGCF4G5UGWDOOA.jpg
- El viaje -
Cuando nos contemplamos por primera vez Cristhina
yo había traspasado un océano,
mis manos guardaban la pátina del barniz barato
que se usaba en una facultad que amaba los pinceles,
a la que acudía con una fe -tan ciega como inquebrantable-
que hoy comparo con la de los feligreses que pueblan y despueblan las iglesias.
- El ego -
Y llegué ante ti, con esa arrogancia e impostura
de mis veintiún años dispersos por mi cuerpo,
que soñaban sin rubor alguno sus laureles y victorias,
auspiciados mis oídos por maestros -de reconocida firma-
que alababan mi habilidad y mi técnica
augurando un futuro, aún distante, pero, calificado de prometedor,
ya sabes de qué hablo, Cristhina: Vanitas vanitatis.
- El relámpago -
No sabía de tu existencia, desconocía totalmente tu mundo,
quería experimentar la unión de los pigmentos mezclados con el huevo,
extraerle a Wyeth buena parte de su depurada técnica,
ansiaba hacerme con aquel resultado onírico y mate en la madera.
Apenas si te contemplé, en una postura que consideré - a simple vista- amable,
perdida entre tu temple, abstraída en una definición
tan detallista como obstinada y del todo perfecta de la hierba,
de pronto divisé tu delgada e inquietante mano derecha
en su empeño por asirse a la tierra,
la visión, como un cuchillo, hizo retroceder mis pasos,
unida a ti en esa comunión tan íntima que
sólo proporciona el hilo del misterio.
- Los sentidos -
Sentada frente a ti, con los sentidos -entonces- todos fijos,
me asoló una angustia muda e inquietante,
mezcla de ansiedad, agitación, sofoco.
Examiné tus endebles y cenceños brazos, tu talle en contorsión,
la laxitud sin gracia de tus delgadas piernas.
La intención dibujada en la madera por Wyeth
al disponer esa línea horizontal tan - insensatamente- alta,
mostrando así un cielo tan plomizo como mínimo
en que el aire no concedía ningún alivio y poblándolo de cuervos,
la austeridad máxima en la elección de los colores,
la pequeñez de tu cuerpo rosado era absoluta entre ese mar de hierba
y cortando el horizonte la casa lóbrega y su perfume a Norman Bates.
La rotunda negativa del artista a no querer mostrar tu rostro, me exasperó,
tu rostro inexistente, Cristhina, tu rostro,
y tú, postrada, estática, inmensamente sola viviendo ese secreto.
Con un desasosiego que no pude explicar, hui de allí,
sin entender de ti , ni del por qué de mi desolado estado.
- La búsqueda -
Volví al barniz de mi mundo, a mis pinceles,
a las noches desveladas envuelta entre pigmentos, a mi mundo,
pero, tu visión seguía en mí, alargando mis sombras.
Un día - sin poder evitarlo- te busqué en las bibliotecas
intentando resolver tantos enigmas.
Allí estabas tú, Cristhina Olson
en medio de los libros de arte más preciados,
tu historia dibujada por el pincel diestro de Wyeth.
Como un escalofrío el pintor me señalaba
su tremenda alegoría, una alegoría viviente,
la voluntad Cristhina, la voluntad,
que en mi impericia no había sabido desvelar.
Mis egos todos quedaron en el acto desvaídos,
la técnica y la habilidad jamás se bastarían
para habitar completamente la brillantez, el talento, la genialidad.
Mi pequeñez se me hizo manifiesta y totalmente innumerable,
supe a ciencia cierta, en ese mismo instante, que
más pronto que tarde, la fe me abandonaría
y mis gastados pinceles colgarían sus hábitos.
- El encuentro-
El azar y el tiempo quiso que volviéramos
a cruzar nuestras miradas,
y yo acudí presta a esa cita.
Las dos éramos muy distintas, Cristhina, las dos.
Tú eras ya un icono cultural,
escritores, guionistas, cineastas... se rindieron a tu paso.
La persistencia de tu voluntad frente a tus limitaciones,
unida al talento inseparable de Wyeth
hizo que tu estela atravesara todos los océanos
cruzara todos los mares,
llegaras a todos los países que jamás soñaste en ver
desde tu diminuto mundo en Maine.
Yo, recorrí en sentido opuesto esa misma distancia,
era también una mujer distinta,
feliz, gozosa con sus limitados dones,
en todo más sencilla, más humilde,
quiero pensar que más humana,
que convivía en paz y en calma con sus limitaciones.
El encuentro fue tan distinto esta vez,
feliz por ti, dichosa , afortunada,
profunda, emocional y totalmente admirada
en poder compartir tu mundo; "El mundo de Cristhina"