Me parece oírte en los preámbulos de la tarde
cuando la cocina refleja un absurdo limbo
y la persiana cuenta los motivos para recibir oscuridad.
Creo que escuchas mi voz en los azulejos mojados de lluvia,
en la cuesta irrigada por el éxtasis,
en el desconcertado suelo del viejo tranvía.
Seis de Copas:
añoranza,
infancia perfecta,
los pies junto al fuego,
horizonte calado
en la sangría de nuestra mesa.
Me parece olerte en los escaparates de invierno
cuando los artistas venden sus bocetos en luna llena.
Creo que inicias la noche con mi rostro desnudo
y mueres por llevarme a casa.