atravesada por el aire limpio, sin vestigios de vida.
Nocturno de verano
J. J. Martínez Ferreiro
Se abrazaba borracho
al cuerpo de su amante.
Cabra loca pensando absurdos:
Si los árboles hablaran
¿las hojas se irían por las ramas?
—No pueden.
Odiaba esas dos palabras
que ahora salían de su boca.
Ella
con la mirada fija en el techo
—No hay nada que hacer con los cestos.
Le miró a los ojos.
Besó sus labios
y supo que el agua se escapa
entre los dedos
sin sujeción posible,
La nota, al lado de las llaves,
decía:
Desnutrido afecto
girando en torno a nada,
fingiendo ilusión de vida.
Eres una túnica
salada en mi vida.
Cada vez que te recuerdo
las emociones me agitan
furiosamente.
Me llenas de agua
por dentro y por fuera,
y acabo convertida
en una torpe náufraga.