el ruiseñor y tú
ya sois lo mismo.
José A. Valente
I. ¡Dime, palabra!
Felipe Fuentes García
Abre el canto un enigma y en su seno
la abadía del alma se hace río
para anegarse en todo erial baldío
como un incendio de fulgor sin freno.
Sobre su desnudez, azul sereno,
llueve el verbo un zigzag de escalofrío:
asumir hasta el fondo el desafío
de un hallarse real, de un verse pleno.
¿Qué dios ha de venir en ti, palabra
escrita a fuego, a desvelarme a oscuras
lo que soy y no soy, que están en liza?
Si es que tu voz en el arder se labra,
¡ven, sonora de luz, mientras apuras
hoy el latir que absuelve la ceniza!
II. Canto como luz
Pablo Ibáñez
¿Qué voz puedes manar, fecundo seno?
¿Qué canto como luz, rumor de río,
que sosiegue un bogar duro y baldío,
que transmute zozobra en cauce y freno?
¿Qué arde en tu raíz, fuego sereno,
que derrite en calor escalofrío?
¿Qué alumbra el nombre exacto, desafío
que reta al mismo ser a verse pleno?
Es la yesca de amor en la palabra,
son las llamas del verbo en las oscuras
cavernas del espíritu, la liza
del genio y la razón, ardor que labra
tu breve devenir, mientras apuras
los días que prescriben en ceniza.