siente con amargura mi derrota anunciada,
sufre la soledad del hombre ante la muerte,
solloza en los relojes
por la eterna crueldad del tiempo con Saturno;
(Regresé de la muerte)
Cuando ya no te vea,
cuando pasen los días y no sepa
dónde está tu sonrisa, tu blusa,
dónde están tus palabras,
hollaré en el misterio de tu presencia ausente,
buscando el milagro que entregaste a mi vida.
Ya no seré un errante viajero sin huella;
me quedaré oteando en la orilla de la playa,
miraré el horizonte con la melancolía
de imaginarte entera como ahora te siento.
No intentaré explicarme por qué no te entregué
el corazón sangrante hacia el que caminabas,
ni por qué en tu oído
no derramé los restos de mi viejo naufragio.
Sabré que lo importante, sí, que lo imprescindible,
para acercarme a Dios
será pensar que tú existías,
que podré constatarlo en lugares y amigos,
que cuando así no sea, a solas con el mar,
pensaré en tu sonrisa, tu blusa y tus palabras,
aunque ya no te vea
y presienta que a esta isla no volverás jamás,
y que, en donde estés, acaso sin notarlo,
llevarás esa tierna intención que me arrancaste.
15 de Mayo de 1996