y creí en tus palabras generosas,
cultivé mil jardines y mil rosas
para darte del mundo, lo mejor.
Mas dejaste morir tanta belleza
y a su entierro asistieron los cipreses
tus planes se tornaron en reveses
y el pago por tu engaño fue el dolor.
Hoy pasas por mi calle y te detienes
esperando el chirrido de mi puerta.
Dos cerrojos impiden que esté abierta
y el dintel con el tiempo se cayó.
De cristales desnudas las ventanas
y heridos de sus muros los ladrillos,
les prestan su cobijo a pajarillos
y el duende de la casa se marchó.
Se dice, se comenta entre la gente,
que al igual que murieron tantas flores,
también se marchitaron los amores
por mor de la mentira y la maldad.
Nunca más se abrirá la puerta aquella
ni acogerá su umbral más arrumacos,
las astas de los más negros morlacos
hirieron al amor de gravedad.
Apenado e incrédulo me encuentro
esperando la luz que me acompañe,
que el mal de la mentira nunca dañe
la pureza del alma de mujer.
Tal vez en un lugar inesperado,
de vuelta a mí los tiempos de bonanzas,
recobre renovadas esperanzas
propicias para un nuevo renacer