¿Qué decía el tiempo allí,
en el ánimo de un ritual de encargo,
bajo la sospecha de no recibir los gritos
que imaginabas a cada tanto?
Busco un rincón para pernoctar de día
y soñar que soy humana.
A cambio prometo serme fiel,
resucitar de entre los vivos
y encarar el futuro que rechazo
como otro hueso duro de roer.
¿Qué nos decimos?
¿Qué me hablabas entre las piedras del camino?
Temblaste en el umbral de la puerta,
lloraba el hijo que ibas a llevar dentro,
pariste, allí mismo, la idea congénita
e imperfecta de ti misma.
¿Y tú le haces llamar conciencia?
Círculo redondo
—perpetuo rodeo—
todo es constancia,
se pinta el cortejo
y rindo admiración
a esa singular propiedad
por extravagante,
rara,
chocante
y excepcional
de poder deslizarme en ti
—sin finales ni tropiezos—
como una amante verdadera.
cuando empieza a amanecer.