
Lo que nace del agua no son las fluctuaciones,
en ella me perdí, como un bloque de hielo se funde con la tierra.
La cerrazón del cielo no serán las estrellas,
por más que se reflejen mutuamente,
hay espejos que solo son cristal,
bajo mantas de tela, en alguna ruinosa oscuridad.
Y la sábana asciende con el clímax,
mientras los paredones se solapan,
y tu hogar se reduce al solitario polvo,
que limpia las botellas y las copas.
De vuelta ya a las calles, se reanuda mi parte del sueño favorita
-Las miradas y pasos, de nuevo me transforman,
en otro laberinto de promesas,
de desprecios,
pensamientos basura,
todo aquello que vuelve inalcanzable la ilusión.-,
me refiero a la edad de un solo día,
con palabras que aprendo improvisando,
con palabras aprendo, improvisando,
mientras el sol se ahueca entre mi cuerpo,
me rodea de luz, pero por fuera
-Y vuelvo al antes del después,
y a un tiempo, uno cualquiera, escribo este poema.-