Siempre quise ser zíngara y subirme a un oso,
darle miel
y un cromo de la Madre Selva.
Y bailar descalza al son del pandero ,
el sueño de olivos
sobre la joroba de una ó dos dunas
y que se extendieran,
como los bostezos del lobo a la luna.
Y pisar la arena
y ser la deriva hasta el horizonte,
ése que es mentira,
que nunca se allega por mucho que nades.
Y llevar cien cintas cogidas al pelo
y trescientas faldas,
algunas ajorcas que tintinearan mis pies al romero ,
beberme la lluvia,
estrechar la mano a Don Nomeolvides,
y el Galán de Noche lanzara piropos y hacerme la tonta
para que siguiera la ronda de flores ,
como diadema silvestre de olores.
Y a pesar de todo, aún no descarto ser Concha La Zíngara.
(Porque de sueños también se vive, algún día, cuando sea pequeña del todo, llegaré a ser Concha la Zíngara. Mi mar ha de verlo)