Mi voz:
Pequeña línea, pequeña canción que nos separa de las cosas.
Estamos lejos de mi voz y el mundo, vestidos de humedades blancas.
Estamos en el mundo y con los ojos en la noche.
Mi voz es fría y sucia como la piel de los muertos.
Jacobo Fijman (Poeta judeoargentino)
No se cae la voz, Jacobo,
ni existe una última voz
mientras perdure tu nombre,
tus letras y tu alma.
No puede existir línea tan pequeña
de una voz tan miserablemente callada,
todo está junto a los que te recuerdan,
aquellos que viven con tu poesía
y sienten el mal vergonzoso de tu vida.
Estás lejos, sí, pero el mundo aún se aflige,
aún llora tu perdida
y escucha tu voz ahogándose en su garganta,
desgarrando el alma a cada golpe de versos
y a cada palabra gastada.
Defenestramos los tiempos
para tratar de alargar un mundo,
donde estamos simplemente de paso;
donde nos dedicamos a malgastar
amaneceres y ocasos,
e impunemente, nos arrastramos
hasta que la oscuridad ejerza de anfitrión.
No nos oyen, no escuchan nuestro cántico,
tu fría voz, hiela el grito de la mía,
ambos somos cadáveres de parnaso,
alimento de tierra exhalada,
el capítulo final de una arraigada piel
dispuesta a sobrevivir en el cadalso de los muertos.
No ha caído tu voz,
mientras siga flotando en el viento;
la mía,
helada y sucia,
espera la oscuridad de los ojos.
de principio a fin y te llegan hasta lo más profundo del alma.
A pesar de ser considerando como unos de los mejores escritores
de la vanguardia argentina, pasó muchos años de su vida
encerrado en un hospicio para enfermos mentales, muriendo en él
totalmente solo y abandonado, incluso por los que habían dicho
ser sus amigos.
Va por él, va por ti, Jacobo