aquel que sin remites las cursara,
el hombre que en la sombra más te amara
y el niño que en silencio te quería.
Te amaba y el amor en mí dormía,
soñando con la frase que robara
el beso que en mis labios habitara
cautivo por temor y cobardía.
Tus ojos me quitaban valentía.
Zafiros de valor incuestionable,
suponen dos luceros que a porfía
hacían a mi verbo vulnerable.
Y así pasa la noche y llega el día,
odiando mi silencio imperdonable.