Piedad

[pedro arguedas ibáñez]

Esteban, te agradezco la lectura y tu generosidad. Saludos para ti.

[pedro arguedas ibáñez]

J.Manuel, gracias por pasarte. Un abrazo.

[pedro arguedas ibáñez]

Carmen, contento, muy contento de verte. Muchas gracias, y un gran abrazo.

[Viví Flores Massares]

Siempre habrá un abismo entre lo que el poema es y lo que en él encuentra cada quién, Mío. Pero alguna vez te dije y lo sostengo, que con uno en un millón que lo alcance es ya medio milagro, y esos no son para nada frecuentes. Hachazos a manos limpias, Mío, mucha mejilla inconsciente también. Te amo y más, y besos hasta ahora.

NaN

[Blanca Sandino]

He estado tan liada con apuntes y cosillas de esas, que el momento oportuno ha pasado : )

Gracias por tu respuesta tan interesante. Y para cerrar el tema, te comento que siempre me sorprende el diferente enfoque con el que yo entiendo la ley del Talión. Me sorprende que parezca vengativa, cuando, posiblemente (eran tan brutos -hay imaginar cómo eran aquellos tiempos aunque no sea fácil-) para lo que servía la ley era para que si alguien le sacaba un ojo a otro, el perjudicado no se tomara la venganza por su mano y se lo hiciera pagar con la vida. Bastantes vidas se perderían a diario por el calor, la sed, el hambre y tantas otras calamidades como padecerían, como para permitirse el lujo de que se mataran entre sí. La Biblia no es sólo un compendio de libros religiosos, sino de libros de costumbres, de normas sociales, de práxis, y de tantas otras cosas; y muchos de sus pasajes se escribirían con la intención de preservarlos de animales carroñeros, de mordeduras de serpientes, de comer carne en pésimas condiciones, de beber en pozas infectadas, etc. Lo que no quita para que algunos de los que la conforman, sean extremadamente bellos.


Ha sido un placer, guajín.


Blanca

Ostras, Blanca, pues qué decir, que tienes razón, claro. Yo soy torpe como un ruido, y voy a tratar de decirlo como pueda, que tienes razón, digo.
Yo no concibo que la gente pueda obrar el bien por la idea de una recompensa o salvación, me gusta creer que la gente hace el bien porque está en su naturaleza. Si creo eso, creo también que quien obra el mal lo hace por la misma razón. Para mí la idea de dios supremo, por encima de los demás dioses, que quizá no sean más que estadios antiguos pero presentes de ese mismo dios, tan paralelo, tan superpuesto y tan tangencial al desarrollo de la vida humana, es el arquetipo, el arjé elemental al que los griegos le dieron la forma natural del fuego, o del aire, para expresar precisamente, aunque de modo iniciático, hábilmente exoterizado, que Ideas como la Justicia o el Amor, tenían la misma consistencia, la misma presencia natural que tienen los elementos mencionados en la naturaleza, que son la misma naturaleza. El fuego calienta, alivia el frío, pero puede devorar la carne, quemar y arrasar. El aire puede ser una brisa refrescante, apacible, pero también un huracán, destructivo, asolador. Y consuela más que, cuando el elemento se torna así, exista la fe, la esperanza de que, ese mismo elemento, vuelva a ser el fuego del hogar, la brisa que ayuda a la meditación. Así Dios, como balanza cósmica, como Justicia verdadera, como equilibrio. Si ya trascendimos la Ley del Talión, si ya apagamos su falso mensaje de venganza, con la idea kármica de que el daño nos será devuelto, no por la misma mano de la víctima, y no bajo la misma forma del daño infligido, a mí me gusta pensar que puede irse más allá aún, que ese equilibrio se dará en el hecho de que alguien pueda decir, ayer fui malo, hoy bueno, pero conservo los recuerdos de mi maldad, para crecer yo y para ayudar a crecer a los demás. La falla de esto es que no quiero creer que alguien pueda decir, ayer fui bueno, hoy malo, porque el fuego nace de una chispa, y el aire, detenido, se deja respirar por la misma criatura que después echará a andar, con toda la sangre oxigenada, para obrar como quiera en su vida, pero que morirá, devolviéndolo al mundo en eso que llaman último suspiro. Me imagino una voz diciendo, chaval, vas a a estar respirando una y otra vez hasta que seas un buen tipo, hasta que el aire que devuelvas, encaje perfectamente en su molde, en su perfil, por mucho que hayas intentado malearlo. Pero ya digo, no quiero creerlo, ingenuo que soy.
Joder, qué rollazo, cuánta línea, perdóname, Blanca, no estoy acostumbrado. Muchas gracias por tu presencia, un abrazo bien grande.

[pedro arguedas ibáñez]

Preciosa, escribir, escribir, escribir, ya sabes, con eso basta. Te amo, Mía, más tarde me cuentas cómo fue. Besos y más.

[pedro arguedas ibáñez]

Blanca, gracias, muchas,por estar. Abrazos, grandes.