Que suenen en el papel,
para el lecho robado,
para el pasado día sin estrellas,
para mañana que es domingo,
para el perro que ladra sin motivo
y deja las palabras exactas,
que despierten el final dibujado en un lirio.
---Y se oyen las puertas abrir de par en par,
las paredes lloran como doncellas en naufragio,
y la ruleta de la suerte con tragedia de perdedor,
enseña, abochornada, el envejecido momento de la espera.—
Escribo en el instante en que mis manos
detenidas en un suspiro,
en una cruz, cerca de la lámpara que agota mis minutos,
tus minutos,
una separación que proyecta el triángulo de la marea,
espacio de lo posible; y digo,
seré una estrella fugaz,
y palpitaré hasta que la luz muera en el sueño;
o hasta que la sombra deje de bañar mis ojos,
de dolor, por las llagas que sangran vida.
Sabes que no quiero abandonar el lecho,
ni cerrar los pliegues de mis sentimientos,
el amor firme,
el aire que respiro,
el universo,
las bocas que alimentan mi espíritu,
el dulce balcón que está, todavía, casi vacío,
el cielo que apacigua mi cielo,
los negros pájaros que están enjaulados
y el alma sin alas, refugio de mi nido.
Sabes muy bien que la calzada está pavimentada
con noches y días,
que los marcos cubren los pies del sol apagado,
que el horizonte avanza con viento en desvelo,
y la cruda realidad, se viste de gala.
¡Sí!
Mi carta es tu testamento,
el silencio mismo, abierto,
la luz que es, espera,
fe y esperanza, perdón y consuelo,
y, en su hora decorada,
de tu pradera y estación finita.
Morir no es morir, es sólo
un recuerdo que vive.
para el lecho robado,
para el pasado día sin estrellas,
para mañana que es domingo,
para el perro que ladra sin motivo
y deja las palabras exactas,
que despierten el final dibujado en un lirio.
---Y se oyen las puertas abrir de par en par,
las paredes lloran como doncellas en naufragio,
y la ruleta de la suerte con tragedia de perdedor,
enseña, abochornada, el envejecido momento de la espera.—
Escribo en el instante en que mis manos
detenidas en un suspiro,
en una cruz, cerca de la lámpara que agota mis minutos,
tus minutos,
una separación que proyecta el triángulo de la marea,
espacio de lo posible; y digo,
seré una estrella fugaz,
y palpitaré hasta que la luz muera en el sueño;
o hasta que la sombra deje de bañar mis ojos,
de dolor, por las llagas que sangran vida.
Sabes que no quiero abandonar el lecho,
ni cerrar los pliegues de mis sentimientos,
el amor firme,
el aire que respiro,
el universo,
las bocas que alimentan mi espíritu,
el dulce balcón que está, todavía, casi vacío,
el cielo que apacigua mi cielo,
los negros pájaros que están enjaulados
y el alma sin alas, refugio de mi nido.
Sabes muy bien que la calzada está pavimentada
con noches y días,
que los marcos cubren los pies del sol apagado,
que el horizonte avanza con viento en desvelo,
y la cruda realidad, se viste de gala.
¡Sí!
Mi carta es tu testamento,
el silencio mismo, abierto,
la luz que es, espera,
fe y esperanza, perdón y consuelo,
y, en su hora decorada,
de tu pradera y estación finita.
Morir no es morir, es sólo
un recuerdo que vive.
Carta para el que escribe -- No es una despedida, sólo es poesía
