
Añorando la conversación camino hacia Isla Negra, desde Valparaíso, contemplando aquellos montes mutilados, charlamos sobre este poema, te lo dedico mi buen amigo Benjamín León, compañero de viaje.
Guardan los montes la memoria
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I
Siembra de furia el eco cada valle,
cuando amanece el filo de las hachas
con golpes de sudor sobre los troncos,
sobre la savia ronca de los árboles
que va regando el monte con astillas,
con gotas desgarradas como niebla
que penetra en las rocas , en los huesos,
en la membrana del herido musgo
que se extiende y abraza la madera
que cae y besa el suelo en su derrota.
II
Guardan los montes la memoria, el eco
que sucumbe en el íntimo huracán
que nace en cada fuente, en cada rayo
que tiñe la esperanza con la pena
de un nuevo anochecer, agrio, sin luna,
mientras se cierra un párpado confuso
bajo una soledad de nieve negra
que derrama la sangre del estío
sobre la opaca encina mutilada.
III
Se conserva en los montes la memoria
de los dedos con llagas , que segaron
el trigo moro bajo el sol bruñido;
el luto de las hoces, y los fajos
que arrastraban las yuntas a las eras
de los pueblos bañados por la mies,
por los mares de espigas donde brota
una espuma de pan en cada grano.
IV
Los trinos de los pájaros extienden
las sílabas halladas en las piedras,
en los troncos quebrados por las hachas
de estos montes que guardan la memoria
de las noches sin luna, del estruendo
que proclaman los valles cuando mueren
junto al hierro los árboles caídos.
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Adrian.