he aquí el macetón, montículo de estratos
perfumados y la trama y el huevo de los alacranes.
----Primicias crueles de Jean Cocteau----
hecha de noche, truene en racimos
y envuelva el aire con frutos en celo,
y la loca gacela triste se encierre
en silencio, sin remordimiento,
como genio en la espera del sudario
del último ruego.
La espera, bajo el embrujo
de la gracia de los dolores,
rompa el cristal de las mentiras
y vomite un desierto frío,
hundido en un viejo tiempo de muerte,
plegado a una lanza en su garganta,
sin prórroga, collar y corona.
El intruso llegó, sin previo aviso,
con una canasta de ciruelas negras,
para seducir el vano sueño,
bailando ante el espejo de la fe,
y pisando, a paso firme, la vigilia de la angustia.
El último ruego, en ánfora difunta,
visita la cárcel de los días,
abre las cortinas de la luz,
descubre los viejos misterios del mundo
y llora en el lecho del sudario.
Él, sólo él,
vestido con gorro de veneno,
con ojos cerrados y sin regreso,
con mejillas de manzana,
abre las puertas de los rostros del recuerdo,
y la riqueza, de lo imposible, brilla por su ausencia.
