Réquiem para los vivos

[Ramón Castro Méndez]

(Retocado)


I.

La luz, consumada la cumbre,
deja un eco de altura en la bóveda celeste.
La tierra suspende en el vacío todas sus notas.

II.

En la orilla del mar se reflejan los astros
como un caos heredado del polvo y los escombros,
y su reflejo es la ancestral memoria que va creciendo
como hiedra que teje su osamenta en las heridas de los muros.

III.

Los hijos saltaban en tu vientre.
Eran dos gotas de agua azul
adentrándose en una lengua de mar
hasta que se hizo la luz
y los pájaros oscurecieron los cielos.
¡Ah, Endimión, en Caria todos éramos tus hijos!

IV.

Sangre de mi sangre, vas devorándome la entraña
hasta saciarte de mi dolor
con aquello que a ningún otro hombre hiere.

V.

Los años no saben de verdades profundas,
ni de pájaros que desnudan su tristeza
en la larga medianoche del hechizo.
Era otro tiempo, la noche se apagaba como un fósforo
y la soledad se erguía sin compasión y sin costuras.

VI.

El silencio zurce la grafía de mis sombras,
a ellas entregué mis reinos de latón y plomo viejo.

VII.

Náyade, sobre tu tumba he escrito mis últimos renglones.
En esta inercia algo de mí quedó contigo.

[Ricardo Serna G]

I.

La luz, consumada la cumbre,
deja un eco de altura en el ápice celeste
y arranca de la tierra todas sus sílabas.

II.

En la orilla del mar se reflejan los astros
como un caos heredado del polvo y los escombros,
y su reflejo es la ancestral memoria que va creciendo
como hiedra que teje su osario en las heridas de los muros.

III.

Los hijos saltaban en tu vientre.
Eran dos gotas de agua azul
adentrándose en una lengua de mar
hasta que se hizo la luz
y los pájaros oscurecieron los cielos.
¡Endimión, en Caria todos éramos tus hijos!

IV.

Sangre de mi sangre, vas devorándome la entraña.
Lo que a ningún otro hombre hiere.

V.

Los años no saben de verdades profundas,
ni de pájaros que desnudan su tristeza
en la larga medianoche del hechizo.
Era otro tiempo, la noche se apagaba como un fósforo
y la soledad se erguía sin compasión y sin costuras.

VI.

El silencio zurce la grafía de mis sombras,
a ellas entregué mis reinos de latón y plomo viejo.

VII.

Náyade, sobre tu tumba he escrito mis últimos renglones.
En esta inercia algo de mí quedó contigo.

Amigo


Magníficos versos
cada parte zurce la soledad, la inercia
las sombras y los últimos reglones
del alma....



Un abrazo fuerte


Cuídate, la salud y la vida es importante

[Hallie Hernández Alfaro]

Ohhh, un poema enorme dejado aquí para nosotros con tanta bondad.

"VI.

El silencio zurce la grafía de mis sombras,
a ellas entregué mis reinos de latón y plomo viejo."


Ovación cerrada, querido amigo.
Lo siento, pero tendrán que doler las manos. Sin pausa.

Abrazos y salud.

[Hallie Hernández Alfaro]

Sube para deleite de todos.

Abrazo enorme.

[Armilo Brotón]

Hermoso y sugerente poema construido en estrofas que son aforismos que me trasmiten emoción. Has puesto agudos tus sentidos para captar momentos de gran intensidad que plasmas con sobresaliente lirismo y me han hecho gozar cada lugar o situación donde has puesto el correspondiente nervio.
Un abrazote y salud

[Pilar Morte]

Me encantan todas las estrofas. Leerte es ya adicción pues el lirismo magno de tus versos emocionan. Felicidades.
Abrazos
Pilar

[Lunamar Solano]

Vibrante y colmado de luz y sensibilidad querido amigo... conmovedores versos...
Un gusto leerte...cuídate mucho!!
Te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

[Ricardo López Castro.]

Encantado con tu bello y profundo poema.
Cada pasaje es digno de encomio, y todos se conjugan en la piel.
Abrazos y felicitaciones, amigo mío.

[Begoña Egüen]

I.

La luz, consumada la cumbre,
deja un eco de altura en el ápice celeste
y arranca de la tierra todas sus sílabas.

II.

En la orilla del mar se reflejan los astros
como un caos heredado del polvo y los escombros,
y su reflejo es la ancestral memoria que va creciendo
como hiedra que teje su osario en las heridas de los muros.

III.

Los hijos saltaban en tu vientre.
Eran dos gotas de agua azul
adentrándose en una lengua de mar
hasta que se hizo la luz
y los pájaros oscurecieron los cielos.
¡Endimión, en Caria todos éramos tus hijos!

IV.

Sangre de mi sangre, vas devorándome la entraña.
Lo que a ningún otro hombre hiere.

V.

Los años no saben de verdades profundas,
ni de pájaros que desnudan su tristeza
en la larga medianoche del hechizo.
Era otro tiempo, la noche se apagaba como un fósforo
y la soledad se erguía sin compasión y sin costuras.

VI.

El silencio zurce la grafía de mis sombras,
a ellas entregué mis reinos de latón y plomo viejo.

VII.

Náyade, sobre tu tumba he escrito mis últimos renglones.
En esta inercia algo de mí quedó contigo.

Me encantó la lectura de este magistral poema, estimado amigo, Ramón Castro Méndez.
Un abrazo.
BEGOÑA.

[Ramón Castro Méndez]

I.

La luz, consumada la cumbre,
deja un eco de altura en el ápice celeste
y arranca de la tierra todas sus sílabas.

II.

En la orilla del mar se reflejan los astros
como un caos heredado del polvo y los escombros,
y su reflejo es la ancestral memoria que va creciendo
como hiedra que teje su osario en las heridas de los muros.

III.

Los hijos saltaban en tu vientre.
Eran dos gotas de agua azul
adentrándose en una lengua de mar
hasta que se hizo la luz
y los pájaros oscurecieron los cielos.
¡Endimión, en Caria todos éramos tus hijos!

IV.

Sangre de mi sangre, vas devorándome la entraña.
Lo que a ningún otro hombre hiere.

V.

Los años no saben de verdades profundas,
ni de pájaros que desnudan su tristeza
en la larga medianoche del hechizo.
Era otro tiempo, la noche se apagaba como un fósforo
y la soledad se erguía sin compasión y sin costuras.

VI.

El silencio zurce la grafía de mis sombras,
a ellas entregué mis reinos de latón y plomo viejo.

VII.

Náyade, sobre tu tumba he escrito mis últimos renglones.
En esta inercia algo de mí quedó contigo.

Amigo


Magníficos versos
cada parte zurce la soledad, la inercia
las sombras y los últimos reglones
del alma....



Un abrazo fuerte


Cuídate, la salud y la vida es importante

Muchas gracias, Ricardo, por tus atentas palabras.

Un fuerte abrazo, amigo.

[Ramón Castro Méndez]

Ohhh, un poema enorme dejado aquí para nosotros con tanta bondad.

"VI.

El silencio zurce la grafía de mis sombras,
a ellas entregué mis reinos de latón y plomo viejo."


Ovación cerrada, querido amigo.
Lo siento, pero tendrán que doler las manos. Sin pausa.

Abrazos y salud.

Muchas gracias por tu generosidad y por la ovación.

Un afectuoso abrazo, amiga.

[Rafel Calle]

Tan bello como evocador trabajo, amigo Ramón.
Felicidades.
Abrazos.

[Ramón Carballal]

Unos versos sugerentes y hermosos. Felicidades y un abrazo.

[Ramón Castro Méndez]

Sube para deleite de todos.

Abrazo enorme.

Gracias, amiga Hallie, por echarlo a volar de nuevo.

Un afectuoso abrazo.

[Ramón Castro Méndez]

Hermoso y sugerente poema construido en estrofas que son aforismos que me trasmiten emoción. Has puesto agudos tus sentidos para captar momentos de gran intensidad que plasmas con sobresaliente lirismo y me han hecho gozar cada lugar o situación donde has puesto el correspondiente nervio.
Un abrazote y salud

Muchas gracias, Armilo, por tus estimulantes y amables palabras.

Un abrazote y mucha salud, amigo.