luchando el fiel caballero;
lo fue por un despechado
que nunca dejó de serlo.
Las perlas de sus miradas,
riegan los pies de los setos.
El caballero la mira,
la mira solo un momento.
¡Ay! mi adorada doncella
que el alma sangrando tengo,
vos en la torre cautiva,
yo en los campos más yermos.
Ni candados ni murallas
ni el temido decaimiento,
doblegarán mi armadura
ni el amor que yo os profeso.
La luna gime ojerosa
mientras bruñe sus cabellos.
Vos seréis la reina mía
si al final luchando venzo.
Amarga fue la derrota
y yace en el campo muerto.
La luna viste de luto,
portando corona y cetro.