La vergüenza hace escala en los muros de los siglos.
Tres en punto de la tarde y todo rasga el aullido,
silencio ...
velos santos hacen trizas templos y fariseos.
¡ Oh Dios ! cómo me quema el aliento si a tus pies
abrazo los desatinos de este mundo que anda suelto,
perdido,
desmembranado en fusiles,
fosas de niños hambrientos,
aves escasas de nido.
Díme cómo, cómo y dónde afianzo el testamento,
tan sencillo,
sin figura de notarios que rubriquen La Palabra:
... “Amáos unos a otros como Yo os he amado “
Y nada. Hay legados que no interesan ni al miedo,
porque el miedo es el final del camino.
“ ¡ Elí, Elí, ¿lema sabactaní ¿”
No fue el Padre, son los hijos, día a día,
sustentando el abandono.
( Sólo si nos miráramos a los ojos, si nos diéramos las manos, ese mimo que se pierde, ese abrazo, esa caña de pescar y no el pez, ¿harán falta los minutos de silencio?)