Breves amores pictóricos XIII

[Ricardo López Castro.]

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[Ricardo López Castro.]

Alma
ilustre abnegación,
esencia de luz en la mirada,
estantería, armario, vacío vociferio
con el que avasallar males revueltos.

Se hunden en vanidades,
ostentosos, los pulsos al destino.
Descubrir de su mano los impulsos
nos hace buscadores de la nada.

Un discreto y traslúcido
ventanal
quebrado por el mazo
de los ojos cansados,
prolonga su discurso ya en la sombra,
hasta sentirse vivo.

Las apáticas fuentes
son aguas del tiempo.

El gorrión ha volado sin memoria
horizontes perdidos,
desorientado y frágil
como el viento, amando por instinto,
cada alerta o peligro
cuya forma es mutable.
¿Què dirían los hombres de sus breves historias sin confines?
No es el vuelo en sí mismo,
sino el hábito frío en la calzada,
en la piedra, en la arena,
o en el agua,
sentido elemental cuando recorre el aire una pluma.

Sembrar es alimento,
unir es un intento,
lo humano no es invento,
es una capa gruesa de tiempo y reflexión
en el agua, el rincón, en el espejo.
La experiencia de contemplar los astros en los que oscila el hombre.

A resguardo entra el fuego en las tinieblas,
en forma de soflama o de rescoldos,
su foco de osadía
es el desconocido
afán por perpetrar, penetrar, libre de la quema.
Su amor es agua en vena,
se respira a sí mismo
se extingue por principios
se propaga en la fe.
En una vela, procesa devoción.
En manos peligrosas
se siente vulnerado.
Y trasciende,
símbolo de expansión.

Como el aliento dije
que respirabas fuentes de luz,
¿Quién sino iba a leerme
la línea de la vida?

[Antonio Arjona]

Dejo constancia de mi paso por tu obra y aprovecho para felicitarte y desearte salud.

[Ricardo López Castro.]

Gracias miles Antonio.
Agradezco tu paso y comentario.
Abrazos y felicidad, amigo mío.