quien me hizo el boca a boca me salvó
de la tempestad, llueve en mi organismo.
Y soy una gotera en cada charco,
que adormita a los barcos,
y mi cámara es lenta, es una llave
sin muescas ni ranuras que me aclaren,
el pasado y sus dientes de peluche
que quiere acaparar mis almohadas.
¿Por qué llamarlo amor -Al ciego que se ahorcó
colgado de un collar de transparencias-?
Dame un nombre, y dime:
¿Eres tan consecuente como hablas?
-Yo te quiero por siempre, bajo capa y espada.
¿Qué pensabas acaso de mi caparazón?-
¿Seré yo quién se ahogue con estilografía?
Si comparto mis páginas mojadas,
pasaré de puntillas por el mar.
Me doliste hasta el límite, hasta el canibalismo de mi alma.
¿Viajar en otros sentidos que no alerten?
Me persigue mi pecho, cada vez que incineras mis oídos.
Y vuelvo a repetirme, entre las bambalinas.
Como si un perro viejo esperase a la entrada de algún supermercado.
Y contaré las gotas de lluvias torrenciales,
no te mezclaré en esos devenires
-El agua lleva un traje a su medida y se entierra solita-.
Cuando sequen aquellos adoquines,
clavaré mis rincones, por un sorbo de vida,
por la calle que, justa, se atornilla.