no juzgues demasiado al marinero; hazme cómplice
de tus derrotas, de tus heridas
que lameré sin nombre, como las olas
que miran con ojos de viejo perro.
Arenas de Cahuita de Renato Vega
ADIÓS en este otoño
—el último—
¡Quién sabe!
Adiós como una hoja agostada del parque
me voy, llevado por el viento, tan lejos...
El caracol dejó una huella babosa sobre la arena.
Se arrastraba lento y tosía
La tormenta hacía más lenta su marcha
hacia el bosque lejano.
Un peregrinaje largo
que había comenzado tiempo atrás.
Partió una mañana otoñal
con suelo sembrado de hojas amarillas.
ADIÓS al corazón que aceleraba el tiempo.
Adiós a tu cariño —si es que fue como el mío—,
adiós con una lágrima que debe repartirse
cuando la luna nueva recobre su ciclo.
El viento susurraba despacio
melodías de olvido despidiéndolo.
El caracol buscaba la piedra
de la “no-soledad”
Por fin llegó y descubrió el vacío.
Desesperado recogió los tentáculos
y dejó de mirar los amaneceres rojos,
de comer hojas frescas,
de moverse…
ADIÓS. Ya vuelve el corazón partido
de noche, encadenado, cuando vienen
fantasmas a alterar el reposo.
El caracol, en su concha,
esperó la muerte seca.
Llevaba años solo con la casa a cuestas.
Estaba harto.
Quemó sus fotografías y durmió.
Pero no se dio cuenta de que moría
sobre el rastro húmedo de otro caracol.