en saber de donde vengo,
diré que soy de la tierra,
del olivo y del almendro.
De la montaña olvidada,
de acantilados sin dueños;
del lugar donde sonaban
los cantes que se perdieron.
Soy quien abona las flores
que mueren sin el sustento,
las aguas que lloran montes
cuando se emperra el invierno.
No buscarme en la ciudad
hormiguero escandaloso.
Soy del río y su caudal
y me asusta el alboroto.
Si algún día pensáis huir
del enjambre que os atrapa,
dejadlo todo y venid
hasta mi humilde morada.