y van a la canción y van al beso,
y van dejando por el aire impreso
un olor de herramientas y de manos.
Miguel Hernández
Con todos los silencios
reharemos la rosa de los vientos
—para un amor color hierro—
la pondremos en el marco de las ausencias.
Entre los ojos y la distancia
el vuelo de los pensamientos codiciosos
dibuja redes inútiles.
El almidón se cierne impunemente
en las arterias, anquilosando.
Entre los ojos y la voz
tu nombre se cuela,
donde ni el grito ni los clamores llegan.
Es la misma aurora que presagia
idéntica vivencia.
Y estoy sola
encarcelada en tu celda de sabiduría.
Ahogada en el mar
—un río fue de olmos sin ribera—
de un millón de palabras.
Entre la boca y los besos,
muros de hielo,
enfrían incandescencias.
Caerá el alma
y su sombra se proyectará al infinito.
Entre tú y yo, ahora,
sólo un pasillo de lloros totales
cordón umbilical, a pesar de todo;
que nos mantiene unidos.
Un símbolo para nacer de nuevo.
Seremos tan fieles a nosotros
que abriremos una hondura
en todos los incrédulos.
El poso de la noche es siempre el mismo:
la angustia de tenerte y de perderte.
El sueño de sentir en mí tu carne,
el miedo de tener que desprenderte.
[BBvideo 560,340][/BBvideo]
Nota: noche de ron, canela y palabras. Este poema corría el peligro de convertirse en versos de amor y una pizca de sensualidad.