atravesé el grosor de lo insondable,
me perdí mil veces en la oscuridad de tu verbo,
sangraron de las espinas mis manos apretadas
y descubrí el otro lado de tu universo buscándote.
Y no estabas, no te encontré.
Desordené las despensas de mi corazón,
reté la oscuridad a un duelo a muerte,
me salpicó la endrina y huyeron las luciérnagas
e invoqué al sol, pero vino con gafas oscuras, opacas…
Y sangró mi garganta desgarrada al gritar tu nombre.
Y no estabas, no te encontré.
Hoy me falta valor y ganas para intentarlo de nuevo,
se fundieron las lámparas de mis acuosas linternas
y hace tiempo ya que mi corazón se jubiló de proezas.
Solo me queda mi apagada voz para nombrarte,
me pudo la niebla de tus caprichos de mujer
y no te he encontrado, nunca estuviste.
Estoy solo, me encuentro solo en el mundo de los solos
y sin embargo me hieren millones de miradas
y me lastiman millones de voces que no entiendo.
La soledad se expande y amenaza mi equilibrio,
ya apenas sostengo el amor que se me escapa sangrando.
Y no te he encontrado. Ven, que se me acaba el cariño,
no me dejes morir desangrado de amor.