Aquel martes cuando maté a mi hija

Poemas en verso y/o en prosa de cualquier estructura y/o combinación.

Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle

Antonia Mauro
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Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Antonia Mauro »

Para Marius.
"Los ángeles existen porque te comes todo el desayuno”.
Por eso el cielo está más cerca en Rumanía.
El poema que prometí dedicarte.
Y el gorro de lana está en el horno.


Así tendría que empezar mi poema:

Me declaro adicta al invierno,
al gazpacho, a las sonrisas
y a los versos de la noche

...y a tus versos.

Empezó así (con ese turbio asunto de los Servicios Sociales)
abogados, ansiolíticos, psicólogos y demás
profesiones liberales.

Una de esas noches que una comienza a desdoblarse
y se siente muerta.

Y entonces (confirmado mi nuevo estado)
comencé a visitar depósitos de cadáveres.
Descubría sus caras frías y sin expresión, en realidad
bajo las sábanas buscaba la mía.

Acudí a tanatorios cada fin de semana
(como la policía busca a padres enganchados al crack que apagan cigarrillos
sobre el cuerpo de sus hijos y les inyectan cocaína
en la leche con cereales del biberón)
así busqué los rostros inexpresivos de los míos.

Tras varios meses sin resultados
y ante la inesperada muerte de mi madre
decidí cambiar de escenario y táctica.
Así, entonces, comencé a escribir.

Primero tonterías que creía importantes
(como esa forma de actuar que tienen los fracasados
cuando se piensan abducidos por musas de alto standing).

Sentí vergüenza muchas veces: esa misma que debió de sentir Florens Owens
al ver reflejada su imagen en todos los periódicos desde el Estado de Virginia
hasta la baja California.

Más tarde, y por amor propio, me hice hedonista.

Todas las mañanas llenaba la bañera,
ponía la cafetera a fuego lento
muy lento
y me masturbaba con las mismas ganas de una adolescente
imaginándose con ese profesor que le enseña álgebra
o con aquel broker de ojos azules que perdió todos sus ahorros
el martes negro
apostando a una empresa algodonera de incipiente expansión.

Del placer pasé directamente al autocastigo: me lesionaba golpeándome
en la tripa
como queriendo abortar hijos de padres desconocidos,
esos que te violan a la salida de una rutinaria jornada laboral
o en cualquier antro de mala muerte en algún recóndito lugar de Oklahoma.

Y jugaba a pellizcarme
(cada pellizco era un beso de un amante)
y a hacer trocitos de mi cuerpo.
Por ejemplo, con mi hipotálamo, formaba bolitas de icopor
que colgaba en el árbol de navidad,
simulando bolitas de nieve

de hecho todavía sigo haciéndolo
(me recuerda a mi abuela).

-¿No te conté?
Mi abuela daba de comer a los armarios
(desde la muerte de su último perro),
les echaba bolitas de alcanfor y cerraba rápidamente las puertas
por miedo a que las camisas mordieran sus manos

-las camisas blancas sin vacunar son las más peligrosas-, decía.
-abuela, hueles a cerrado-, le decía yo.

Concluída esta etapa
y casi al borde de la rendición:
bucles de días siniestros, complicados, dulces, jodidos
muy jodidos,
como los de la valiente Florens Owens
cuando cogió a sus seis hijos
e inició un largo viaje por la carretera 101 de Watsonville en busca
de un futuro incierto entre las lágrimas doradas del maíz.

Un día maté a mi hija adoptada. Sueño macabro donde los haya.
Una premonición.
No tenía nada que perder.

Sólo quedaban los vertederos y plantas de reciclaje.
Una vez allí,
entre vómitos propios y ajenos,
entre residuos orgánicos en descomposición, materia
putrefacta y botellas de plástico
al fin
encontré mi sitio.

Y así fue

como después del ciclón de polvo que devastó parte del Medio Oeste norteamericano,
tras varios de esos inviernos entre el polvo
me declaro adicta
a inviernos largos como la Gran Depresión,
después de muchos martes negros,
un día entre mis vómitos y mi basura
buscando los restos de algún amor en lo más profundo
de mi vagina
tan maltrecha y solitaria como la de Florence Owens
después de haber parido a sus diez hijos

así fue
como me encontré a mí misma.
Última edición por Antonia Mauro el Lun, 02 Sep 2019 11:19, editado 7 veces en total.
Para mi epitafio: Antes hablaba más.
Antonia Mauro.
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Luis M
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Luis M »

Sencillamente un poemazo, Toñita. Para mi gusto uno de tus dos o tres mejores trabajos, y de lo mejorcito que he leído últimamente.
Mis aplausos, locuela, seguro que le encantará a Marius. One.
Antonia Mauro
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Antonia Mauro »

Luis M. escribió:Sencillamente un poemazo, Toñita. Para mi gusto uno de tus dos o tres mejores trabajos, y de lo mejorcito que he leído últimamente.
Mis aplausos, locuela, seguro que le encantará a Marius. One.
Tú tienes mucha culpa.
Si no hubiera sido por todas las veces que me dijiste los versos que no valían
y en realidad al principio se salvaban cuatro

me hiciste estrujarme las neunonas hasta que lo consegui.
Hata que conseguí estar a la altura del homenajeado y a la altura del editor.
Tiene que gustarle, es muy bueno este poema qué carajo ajajaj

Muchas gracias Luis.
Gracias por ser mi amigo.
La suerte que tienes de que viva lejos porque te daría el coñazo de una forma jajajaj
y la de veces que me mandarías a la playa (en casa que éramos muy educaditos, mi hermano
en vez de mandarnos a la mierda nos mandaba a la playa).

One.
Para mi epitafio: Antes hablaba más.
Antonia Mauro.
E. R. Aristy
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por E. R. Aristy »

Un poema realista, descarnado, durísimo., Antonia. Sin artilujios, ni maquillaje se presenta como una fatalidad tras otra. Sin aliciente nos muestra la patología del mundo. Las cadenas y puas deblos martirios. Basura, seremos basura? Un poema valiente, su indignación preserva el valor humano de alguna increíble forma. El invierno, el gorro en el fuego, creo que son los simbolos claves de esta valentía y esta preservación inverosímil como igualmente es de surreal vivir tanto desgarrador dolor y de algún modo continuar vivos. En esta disyuntiva cabe preguntarse si vamosba romper las cadenas, si vamos a encontrar fuerzas transformativas en las relucientes cicatrices de nuestra espalda. Me parece Antonia que tu poema es un testimonio poético, una catarsis necesaria , un monumento al dolor y a la resistencia humana. Lo considero instrumento de paz y sanación. Conmovida también con la dedicatoria a Marius. Sin duda, tu poema es un documento de amor y desamor impresionante e imprescindible. Abrazos, ERA
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E.R.A.
Antonia Mauro
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Antonia Mauro »

E. R. Aristy escribió:Un poema realista, descarnado, durísimo., Antonia. Sin artilujios, ni maquillaje se presenta como una fatalidad tras otra. Sin aliciente nos muestra la patología del mundo. Las cadenas y puas deblos martirios. Basura, seremos basura? Un poema valiente, su indignación preserva el valor humano de alguna increíble forma. El invierno, el gorro en el fuego, creo que son los simbolos claves de esta valentía y esta preservación inverosímil como igualmente es de surreal vivir tanto desgarrador dolor y de algún modo continuar vivos. En esta disyuntiva cabe preguntarse si vamosba romper las cadenas, si vamos a encontrar fuerzas transformativas en las relucientes cicatrices de nuestra espalda. Me parece Antonia que tu poema es un testimonio poético, una catarsis necesaria , un monumento al dolor y a la resistencia humana. Lo considero instrumento de paz y sanación. Conmovida también con la dedicatoria a Marius. Sin duda, tu poema es un documento de amor y desamor impresionante e imprescindible. Abrazos, ERA
Muchísimas gracias Era, por tu hermoso comentario.

Todos podemos ser basura y todos podemos ser todo. Y otras veces no lo somos pero nos sentimos así, por muchas cosas.

En la dedicatoria he puesto ese verso entrecomillado porque es de Marius, es precioso, se lo decía su abuela. Y, el cielo está más cerca en Rumanía, es una frase que me dijo una vez.

Y el gorro está en el horno, no porque se esté quemando, sino haciendo, es una expresión.

Le prometí hacer un gorro para los fríos londinenses y en ello estoy. Le prometí dedicado y eso ya lo tiene.

En este poema quiero decir muchas cosas, espero haberlas transmitido parte de ellas.

Un abrazo.
Para mi epitafio: Antes hablaba más.
Antonia Mauro.
Pilar Morte
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Pilar Morte »

Un poema fuerte, impactante y bien escrito, como un camino a la madurez. Me gustó leerte.
Abrazos
Pilar
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Ana García
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Ana García »

¡¡¡Ostras qué bueno es este poema". Un viaje impresionante que va desde el dolor hasta el masoquismo. Algo que necesitamos cuando la pérdida es muy jodida. Un dolor, un pellizco, una basurilla quita otro dolor mayor.
Luego, ya solo queda la risa, ¿no?
Muy bueno el dedicado, esas frases de ambos han quedado muy bien.
Te felicito.
Un abrazo.
Antonia Mauro
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Antonia Mauro »

Pilar Morte escribió:Un poema fuerte, impactante y bien escrito, como un camino a la madurez. Me gustó leerte.
Abrazos
Pilar
Hola Pilar, muchas gracias.

Nos hacemos mayores, y para algo tendrán que servir los años, no sólo para que nos salgan arrugas y se nos caigan (ya sabes qué).

Para intentar conocernos y perdonarnos
a nosotros mismos y que levante la mano quien se quiera salvar, como dice Lucrecia.
No hay mayor salvación que vivir y dejar vivir. Y tomarse en serio, las tres cosas que hay que tomarse en serio. El resto es paja, relleno. Y siempre sentido del humor, básico e imprescindible.

Un abrazo.
Para mi epitafio: Antes hablaba más.
Antonia Mauro.
Antonia Mauro
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Antonia Mauro »

Ana García escribió:¡¡¡Ostras qué bueno es este poema". Un viaje impresionante que va desde el dolor hasta el masoquismo. Algo que necesitamos cuando la pérdida es muy jodida. Un dolor, un pellizco, una basurilla quita otro dolor mayor.
Luego, ya solo queda la risa, ¿no?
Muy bueno el dedicado, esas frases de ambos han quedado muy bien.
Te felicito.
Un abrazo.
Muchas gracias Ana. Qué buen comentario.

Son una gozada algunos comentarios que nacen en ciertos poemas.

En cuanto al dedicado, es que donde haya uno de esos versos impresionantes casa Marius. Había puesto otros, pero ese me encanta. Eso que le decía su abuela.

En cuanto al poema, un mes trabajando versos muy flojos, hasta que salió algo completamente distinto y hubo que darle forma.

Algunos viajes son astrales, de esos que no quieres que se acaben y sin rumbo ni destino. A dónde te lleve el piloto automático. O sí quieres un destino pero seguir viajando. O yo qué sé.

Un abrazo y un gallifante.
Gracias.
Para mi epitafio: Antes hablaba más.
Antonia Mauro.
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Rafel Calle
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Rafel Calle »

Después de leer los comentarios de los compañeros, solo queda felicitarte por este trabajo, amiga Antonia.
Abrazos.
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Marius Gabureanu
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Marius Gabureanu »

Querida amiga, coincido totalmente con el comentario de Luis y de E.R.A, es un poema de los que ocupan su lugar en la memoria, un poema desnudo, ebrio de verdades. Qué hermoso detalle, el de haberme incluido en ese camino poético de encontrarnos a nosotros mismos. El gorro lo quiero así como tu poema, algo como un escudo contra la soledad. Desde un rinconcito de Londres te mando abrazos gigantes, Antonia.
Antonia Mauro
Mensajes: 1373
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Antonia Mauro »

Rafel Calle escribió:Después de leer los comentarios de los compañeros, solo queda felicitarte por este trabajo, amiga Antonia.
Abrazos.

Muchas gracias Rafel.
Me gusta este poema dedicado a un amigo y otro amigo me ayudó a eliminar los versos flojos.
Uno de los poemas que más me costó escribir,
por eso de desnudarme y despojarme de cosas malas.

Un abrazo.
Para mi epitafio: Antes hablaba más.
Antonia Mauro.
Antonia Mauro
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Antonia Mauro »

Marius Gabureanu escribió:Querida amiga, coincido totalmente con el comentario de Luis y de E.R.A, es un poema de los que ocupan su lugar en la memoria, un poema desnudo, ebrio de verdades. Qué hermoso detalle, el de haberme incluido en ese camino poético de encontrarnos a nosotros mismos. El gorro lo quiero así como tu poema, algo como un escudo contra la soledad. Desde un rinconcito de Londres te mando abrazos gigantes, Antonia.
Hola mi pequeño gran Marius. Eso hice, desnudarme y despojarme de cosas que pesan. Eso que hacemos desde siempre,
lo intentamos. Creo que sólo cuando uno se deshace de todo lo que le ha hecho o hace daño
podemos dar a quienes queremos lo mejor de nosotros,
la sonrisa más limpia. Sólo así podemos hacernos mejores personas. Y si no podemos deshacernos del todo, dejarlo en un rincón de la memoria, cerrarlo con candado y tirar la llave al océano.

Me alegra mucho que te haya gustado, ya sabes que está hecho con un cariño infinito.
Quise arriesgar para dedicarte un poema: si no puedes ser mejor, sé distinta.
Para dedicarte un poema al mejor
hay que echarle huevos ajajaj.
Pero yo soy muy atrevida a que sí? Sólo siendo valientes podemos ver nevar bajo el sol.
Se trata de vivir momento irrepetibles. Y poder recordarlos cuando los necesitas, y revivirlos de nuevo.

El gorro, sabes que parece que no quiero terminarlo? jaja. Bueno sí quiero, pero mira que puedo hacer un gorro en una hora, y este es como si no quisiera terminarlo, no me gusta poner fin a algunas cosas. Así siempre hay excusas para volver a quedar. Quedamos este domingo para un café y te doy el gorro? Entonces una no lo lleva, y se vuelve a quedar a la semana siguiente para otro café de esos gigantes para llevar.

Si es que tengo unas ideas geniales. Los psicotrópicos no son tan malos ajaj

Te lo doy cuando vengas a por ese cocido que te prometí y tendré preparado sobre la mesa con mamaliga.
También prometi una mariscada para tres.

El poema entero para ti.

Empezaba así, pero había escrito mucho y hubieras dicho para ti, pero qué intensa es ajajaj

“Te quiero regalar algo hecho por mí. Si alguna vez escribo un poema tierno, evasivo. triste e irreverente te lo regalo a ti." D. Levetrov. Si no te gusta el poema te resarciré con ese cocido prometido y la mariscada. O una bufanda muyu larga para que recuerdes tus inviernos en Rumanía y los desayunos de tu abuela, O un pan de nueces.
Y seguia, y seguía, ajajala

Voy a parar o me echan del foro por charlatana.
Un abrazo. Acabo de llevarlo a un avión con unas alas muy grandes. LLegará en el vuelo de Santiago Londres sobre las 12 de la noche, la hora bruja.
Para mi epitafio: Antes hablaba más.
Antonia Mauro.
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Luis M
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Luis M »

Vuelvo a este magnífico poema.. One.
Ana Muela Sopeña
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Re: Aquel martes cuando maté a mi hija

Mensaje sin leer por Ana Muela Sopeña »

Un poemazo, Antonia... del que en mi opinión deberías escribir una novela y luego un guion. Hay material para rato

A veces en lo macabro reside lo esencial.
Cuando todo está perdido hay que atreverse a descender a las profundidades. Hacer una catarsis, conectar con la sombra, con los bajos fondos, con lo más terrible como tú has hecho. Amar y ser amado o morir o matar. Todo o nada para renacer. Resurgir de las cenizas, ascender a la luz en resiliencia tras descender a lo peor, lo más abyecto, lo más terrible, lo más cruel, la mayor basura. Es como un viaje iniciático tu poema...

Interesantísima está forma de abordar el poema y la realidad que nos circunda, Antonia...

Aplausos a montones
Un beso grande
Ana
La Luz y la Tierra, explosión que abre el corazón del espacio.
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