
Oh viejo árbol de mi casa!
Quedamos ramas dispersas
viajando, mil historias,
a un inédito mar de mareas en mudanzas
y sin embargo, dentro de mi
el metal de sus voces hace el sonido de los ayeres,
mullidas cosas que traen los cocuyos en sus alas.
Así atardezco con todos ellos,
-muertos y vivos y vivos muertos-
deshaciendo una canción,
música imposible del trasluz
dorando el borde de mis lágrimas.
Resina que atrapa el sol.
E. R. Aristy