
Poemas trenzados y en relieve
ocultan mis recuerdos
asentados, sin recuerdos.
Lo que me ha hecho
es el cómputo de todo lo que no he hecho
-escuchar las falanges de un colibrí,
visitar una iglesia de rodillas,
aplicarle la ciencia matemática
a lo que no me gusta,
pero que de por sí integra un resultado.-.
No me he colgado una pitón del cuello,
ni ha intentado asfixiarme mi texto favorito.
Hoy en día no tiento
ni a la suerte.
No digo lo que soy porque no existe,
al igual que las válvulas de escape.
Esto es introspectivo.
Mi poesía me entra,
me adentra,
me centra,
me concentra,
me descentra.
Es el ciclo que incluye moraleja:
"He decidido algo confuso.
Y los versos no implican veredicto.
Lo único que me afecta
ya lo he dicho.
Tu vacío inundé con agua turbia,
el mío lo he buscado en todas partes
-nunca he visto ese vaso medio lleno.-
Quizá me haya cortado, masticado,
aseado con cristales".