
Sylvia Pennings
Y son las noches con sus brotes infinitos los que se elevan por encima de nuestros corazones, las que huyen de nosotros.
Huyen con sus carnes sin pellejo entre el frío que acuchilla nuestro espíritu.
Son tallos desgarrados, inertes.
Son hileras de miedo cubiertas de aliento sombrío.
Son gritos que claman justicia.
Y entre la blanca tempestad que esconde tu asombro, solo el silencio justifica una distancia solemne.
Las copas en lanza mueren sin adarve ni disparo en el costado. Expiran en el momento exacto.
No hay culpa. Solo sosiego.
El mismo que ofreces cada vez que partes.
Quédate en el frío.
Quédate en el fondo del camino.