Miradas de ausencia
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
- Alejandro Costa
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- Registrado: Dom, 13 Mar 2016 18:27
Miradas de ausencia
No entiendo bien el porqué de tu mirada
cuando el cielo se esconde entre la niebla,
ni tampoco cuando cruzas ante el espejo
y parece no quererte reflejar.
¿Cómo quieres que te crea?
Cuando a tus espaldas hablas sin sentido
y quien te escucha, no posee simiente para la siembra,
no es capaz de regar la lengua de dos direcciones
y no sabe saborear la quimera de la incertidumbre.
Yo no soy el más sabio de los profetas,
porque para serlo, tendría que haber dormitado en las estrellas,
acaudillado sillones junto a coronas de otros limbos
y educado la mente al deseo de la fuerza,
a la magia del poder.
Pero… yo soy yo, no navego sin las tablas
que me indiquen el camino acertado,
no nado entre aguas desérticas, de lodo agonístico,
o de lápidas sin epílogo ni respuestas.
Al contrario, soy aquel ser agarrado al salvavidas del náufrago,
al umbral indeterminado de la ausencia impertinente
y al eco destruido por su propia resonancia.
¿Y tú, cómo crees que subsistes?
Aunque me mires nunca hallarás la verdad,
porque la verdad se esconde en el confín de las almas justas,
y quién duda, tan solo busca dudas en el prójimo,
tan solo busca calmar sus defectos
tratando de encontrar ese jazmín herido
para poder traicionar el jardín floreciente interior.
Yo, seguiré perfumando mi aire,
tú, ahogándote en el tuyo.
Me ves aunque no pertenezca a tu instante,
aunque no te acompañe ligado a tu sombra,
me ves, porque me necesitas, como al aire que respiras,
como el aliento que te envuelve y da la vida,
como el río al caudal, el agua a los mares,
como la luna a la oscuridad.
Y me ves, porque tus ojos agonizan
tras la traición, y tus labios sangran entre bastidores,
pero nunca me miras a los ojos,
porque mirar a los ojos es mirar al corazón,
es sentir que se desgarra el alma, que las piernas te flaquean,
que los poros de la piel sudan pasión,
que tú eres la prolongación del yo,
y yo el punto y seguido con signo de admiración.
¿Qué punto se queda en el olvido?
Lo ayer vivido, aquello que sentimos y que no grabó su huella,
la imagen de la vida arrugada en una papelera,
la esencia de que aquello era quimera
y la realidad se encontraba empaquetada sin remite ni dirección.
¿A dónde queríamos llegar?
A bordar con encajes de seda un telar manido,
a dormitar creyendo que el futuro cabía en un lienzo,
que las mañanas tan solo eran la señal del amanecer,
que apostando el mínimo podríamos saltar la banca,
que el horizonte era nuestro, y lo podíamos coger con las manos.
Tú eras mi cielo y yo el sol que lo iluminaba,
pero era todo un error, como un verso sin alma,
como una cruz negra adornando una tarta de felicidad.
¿Crees que el libro tuvo prólogo?
Se nos olvidó que no se puede escribir sin guion,
que hay que saber de dónde partimos y hacia dónde nos dirigimos,
que andar sin rumbo es no tener brújula,
que la lluvia tiene que refrescarnos por igual,
y el sol acariciarnos, a la vez que nuestras pieles sudan,
se erizan y excitan el estigma del deseo.
Que yo muero, si tú mueres. Que tú agonizas, si yo agonizo.
Es tan difícil. Fue tan difícil.
Yo no me sentí valedor de la vida,
ni acaso un mortal con alas de libertad,
y aunque tú palidecieras en el umbral de cualquiera de mis capítulos,
nunca fui capaz de reverdecer laureles,
de sentirme fuerte para cambiar el rumbo,
e intentar que las miradas no se convirtieran en signos de interrogación.
Fue tan difícil, que preferiste fallecer
antes que la escarcha humedeciera los cristales,
y que las palabras compusieran un verso con sentido.
Y ahora, ¿dónde estás?
Quise llamarte cuando ya no escuchabas,
ahora, grito con el ruido ensordecedor del silencio,
con la lluvia que aún humedece la utopía,
con la fe enferma del pensamiento
y con los ojos en busca de los tuyos.
Pero…, la luz eterna quedó esclava en tu partida.
¿Te encontraré?
Sajaré la tierra, el barro y hasta el instante que te marchaste,
para regar aquel jazmín al que nunca le dijimos hola
y al que tú, te apresuraste a decir adiós.
Tal vez, entonces, nos miremos a los ojos.
No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.…
Me sobra el corazón (Miguel Hernández)
- Lunamar Solano
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Re: Miradas de ausencia
Un gusto leerte...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy
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Re: Miradas de ausencia
pero me apaño con la lectura y ha sido un placer ...
Un abrazo, compañero.
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Re: Miradas de ausencia
Abrazos
Pilar
- Pablo Rodríguez Cantos
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- Rafel Calle
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Re: Miradas de ausencia
Abrazos.
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Re: Miradas de ausencia
Alejandro Costa escribió:¿Cómo quieres que te escuche si apenas te oigo?
No entiendo bien el porqué de tu mirada
cuando el cielo se esconde entre la niebla,
ni tampoco cuando cruzas ante el espejo
y parece no quererte reflejar.
¿Cómo quieres que te crea?
Cuando a tus espaldas hablas sin sentido
y quien te escucha, no posee simiente para la siembra,
no es capaz de regar la lengua de dos direcciones
y no sabe saborear la quimera de la incertidumbre.
Yo no soy el más sabio de los profetas,
porque para serlo, tendría que haber dormitado en las estrellas,
acaudillado sillones junto a coronas de otros limbos
y educado la mente al deseo de la fuerza,
a la magia del poder.
Pero… yo soy yo, no navego sin las tablas
que me indiquen el camino acertado,
no nado entre aguas desérticas, de lodo agonístico,
o de lápidas sin epílogo ni respuestas.
Al contrario, soy aquel ser agarrado al salvavidas del náufrago,
al umbral indeterminado de la ausencia impertinente
y al eco destruido por su propia resonancia.
¿Y tú, cómo crees que subsistes?
Aunque me mires nunca hallarás la verdad,
porque la verdad se esconde en el confín de las almas justas,
y quién duda, tan solo busca dudas en el prójimo,
tan solo busca calmar sus defectos
tratando de encontrar ese jazmín herido
para poder traicionar el jardín floreciente interior.
Yo, seguiré perfumando mi aire,
tú, ahogándote en el tuyo.
Me ves aunque no pertenezca a tu instante,
aunque no te acompañe ligado a tu sombra,
me ves, porque me necesitas, como al aire que respiras,
como el aliento que te envuelve y da la vida,
como el río al caudal, el agua a los mares,
como la luna a la oscuridad.
Y me ves, porque tus ojos agonizan
tras la traición, y tus labios sangran entre bastidores,
pero nunca me miras a los ojos,
porque mirar a los ojos es mirar al corazón,
es sentir que se desgarra el alma, que las piernas te flaquean,
que los poros de la piel sudan pasión,
que tú eres la prolongación del yo,
y yo el punto y seguido con signo de admiración.
¿Qué punto se queda en el olvido?
Lo ayer vivido, aquello que sentimos y que no grabó su huella,
la imagen de la vida arrugada en una papelera,
la esencia de que aquello era quimera
y la realidad se encontraba empaquetada sin remite ni dirección.
¿A dónde queríamos llegar?
A bordar con encajes de seda un telar manido,
a dormitar creyendo que el futuro cabía en un lienzo,
que las mañanas tan solo eran la señal del amanecer,
que apostando el mínimo podríamos saltar la banca,
que el horizonte era nuestro, y lo podíamos coger con las manos.
Tú eras mi cielo y yo el sol que lo iluminaba,
pero era todo un error, como un verso sin alma,
como una cruz negra adornando una tarta de felicidad.
¿Crees que el libro tuvo prólogo?
Se nos olvidó que no se puede escribir sin guion,
que hay que saber de dónde partimos y hacia dónde nos dirigimos,
que andar sin rumbo es no tener brújula,
que la lluvia tiene que refrescarnos por igual,
y el sol acariciarnos, a la vez que nuestras pieles sudan,
se erizan y excitan el estigma del deseo.
Que yo muero, si tú mueres. Que tú agonizas, si yo agonizo.
Es tan difícil. Fue tan difícil.
Yo no me sentí valedor de la vida,
ni acaso un mortal con alas de libertad,
y aunque tú palidecieras en el umbral de cualquiera de mis capítulos,
nunca fui capaz de reverdecer laureles,
de sentirme fuerte para cambiar el rumbo,
e intentar que las miradas no se convirtieran en signos de interrogación.
Fue tan difícil, que preferiste fallecer
antes que la escarcha humedeciera los cristales,
y que las palabras compusieran un verso con sentido.
Y ahora, ¿dónde estás?
Quise llamarte cuando ya no escuchabas,
ahora, grito con el ruido ensordecedor del silencio,
con la lluvia que aún humedece la utopía,
con la fe enferma del pensamiento
y con los ojos en busca de los tuyos.
Pero…, la luz eterna quedó esclava en tu partida.
¿Te encontraré?
Sajaré la tierra, el barro y hasta el instante que te marchaste,
para regar aquel jazmín al que nunca le dijimos hola
y al que tú, te apresuraste a decir adiós.
Tal vez, entonces, nos miremos a los ojos.
Muy de mi gusto personal este tipo de incursiones, sé que llego a la hora precisa de encontrar tus hermosas disertaciones poéticas.
Es un poema para la reflexión y para hacer un recorrido por nuestras propias impresiones de la escuela de la vida.
Destaco los versos que me han llamado la atención con mayor intensidad:
"Pero… yo soy yo, no navego sin las tablas
que me indiquen el camino acertado,
no nado entre aguas desérticas, de lodo agonístico,
o de lápidas sin epílogo ni respuestas.
Al contrario, soy aquel ser agarrado al salvavidas del náufrago,
al umbral indeterminado de la ausencia impertinente
y al eco destruido por su propia resonancia."
Una obra que considero vital, Alejandro. ERA
- Silvia Savall
- Mensajes: 1240
- Registrado: Lun, 17 Feb 2014 20:41
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Re: Miradas de ausencia
Mi querido Jandro inmensamente feliz de leerte. Vaya poemazo nos regalas.Alejandro Costa escribió:¿Cómo quieres que te escuche si apenas te oigo?
No entiendo bien el porqué de tu mirada
cuando el cielo se esconde entre la niebla,
ni tampoco cuando cruzas ante el espejo
y parece no quererte reflejar.
¿Cómo quieres que te crea?
Cuando a tus espaldas hablas sin sentido
y quien te escucha, no posee simiente para la siembra,
no es capaz de regar la lengua de dos direcciones
y no sabe saborear la quimera de la incertidumbre.
Yo no soy el más sabio de los profetas,
porque para serlo, tendría que haber dormitado en las estrellas,
acaudillado sillones junto a coronas de otros limbos
y educado la mente al deseo de la fuerza,
a la magia del poder.
Pero… yo soy yo, no navego sin las tablas
que me indiquen el camino acertado,
no nado entre aguas desérticas, de lodo agonístico,
o de lápidas sin epílogo ni respuestas.
Al contrario, soy aquel ser agarrado al salvavidas del náufrago,
al umbral indeterminado de la ausencia impertinente
y al eco destruido por su propia resonancia.
¿Y tú, cómo crees que subsistes?
Aunque me mires nunca hallarás la verdad,
porque la verdad se esconde en el confín de las almas justas,
y quién duda, tan solo busca dudas en el prójimo,
tan solo busca calmar sus defectos
tratando de encontrar ese jazmín herido
para poder traicionar el jardín floreciente interior.
Yo, seguiré perfumando mi aire,
tú, ahogándote en el tuyo.
Me ves aunque no pertenezca a tu instante,
aunque no te acompañe ligado a tu sombra,
me ves, porque me necesitas, como al aire que respiras,
como el aliento que te envuelve y da la vida,
como el río al caudal, el agua a los mares,
como la luna a la oscuridad.
Y me ves, porque tus ojos agonizan
tras la traición, y tus labios sangran entre bastidores,
pero nunca me miras a los ojos,
porque mirar a los ojos es mirar al corazón,
es sentir que se desgarra el alma, que las piernas te flaquean,
que los poros de la piel sudan pasión,
que tú eres la prolongación del yo,
y yo el punto y seguido con signo de admiración.
¿Qué punto se queda en el olvido?
Lo ayer vivido, aquello que sentimos y que no grabó su huella,
la imagen de la vida arrugada en una papelera,
la esencia de que aquello era quimera
y la realidad se encontraba empaquetada sin remite ni dirección.
¿A dónde queríamos llegar?
A bordar con encajes de seda un telar manido,
a dormitar creyendo que el futuro cabía en un lienzo,
que las mañanas tan solo eran la señal del amanecer,
que apostando el mínimo podríamos saltar la banca,
que el horizonte era nuestro, y lo podíamos coger con las manos.
Tú eras mi cielo y yo el sol que lo iluminaba,
pero era todo un error, como un verso sin alma,
como una cruz negra adornando una tarta de felicidad.
¿Crees que el libro tuvo prólogo?
Se nos olvidó que no se puede escribir sin guion,
que hay que saber de dónde partimos y hacia dónde nos dirigimos,
que andar sin rumbo es no tener brújula,
que la lluvia tiene que refrescarnos por igual,
y el sol acariciarnos, a la vez que nuestras pieles sudan,
se erizan y excitan el estigma del deseo.
Que yo muero, si tú mueres. Que tú agonizas, si yo agonizo.
Es tan difícil. Fue tan difícil.
Yo no me sentí valedor de la vida,
ni acaso un mortal con alas de libertad,
y aunque tú palidecieras en el umbral de cualquiera de mis capítulos,
nunca fui capaz de reverdecer laureles,
de sentirme fuerte para cambiar el rumbo,
e intentar que las miradas no se convirtieran en signos de interrogación.
Fue tan difícil, que preferiste fallecer
antes que la escarcha humedeciera los cristales,
y que las palabras compusieran un verso con sentido.
Y ahora, ¿dónde estás?
Quise llamarte cuando ya no escuchabas,
ahora, grito con el ruido ensordecedor del silencio,
con la lluvia que aún humedece la utopía,
con la fe enferma del pensamiento
y con los ojos en busca de los tuyos.
Pero…, la luz eterna quedó esclava en tu partida.
¿Te encontraré?
Sajaré la tierra, el barro y hasta el instante que te marchaste,
para regar aquel jazmín al que nunca le dijimos hola
y al que tú, te apresuraste a decir adiós.
Tal vez, entonces, nos miremos a los ojos.
Te felicito.
Besitos a ambos.
lo que otros tenían
hasta que el azar me descubrió
Silvia Savall[/i]