Anónimo

[Armilo Brotón]

Paz, serenidad, esperanza me has transmitido con tus versos notablemente construidos. Todo un acierto poético querido amigo Ignacio.
Un abrazo grande

[Ignacio Mincholed]

¡Qué bonito!.

Qué buena forma de contar el paso del tiempo.

Lo resumo a mi forma, que es muy "personal" resumiendo y ya sé que un poema no se resume, pero sería algo así:

Soñar dando volteretas, o lanzar sueños al aire, como cuando lanzamos piedras al río y contamos los botes, cuantos más botes, más fáciles de cumplir. O no me hagas mucho caso, casi mejor, o acabarás yendo a la farmacia a por aspirinas.

Precioso poema. Y me encanta la palabra volteretas, y lo que conlleva: juego, diversión, circo, pasarlo bien, niños o mayores, risas...risas... risas..

Un saludo

Gracias por la nota, Antonia, me alegra que te gusten las volteretas.
Claro que te hago caso, y sin aspirinas.

Un abrazo.
Ignacio

[Ignacio Mincholed]

Excelentes versos para leer y recrearse. Me gustó mucho el poema.
Besos
Pilar

Gracias Pilar, me alegra ese recrearse que dices.

Un abrazo.
Ignacio

[Josefa A. Sánchez]

"Acodada en las penumbras de lo ordinario" contemplo con asombro y verdadero placer la grandeza de estos versos que caen como piedras, redondos y pulidos, hasta el mismo fondo del corazón. Un lujo presenciarlo.
Un abrazo.
Pepa

[Ignacio Mincholed]

Bien se nota que la deriva de la inspiracióon se mueve a tu favor, amigo.

Un abrazo y mi felicitación.

Gracias por la nota, Guillermo, aprecio el comentario.

Un abrazo.
Ignacio

[Ignacio Mincholed]

...

Me lo dijo aquel día en que las piedras parecían más pesadas.
Advertido, y ya acostumbrado a sus dimensiones y asperezas,
dudé si serían las mismas piedras sin memoria que recordaba
de días pasados, cuando las lanzaba entre volteretas al viento.

También sabía del acierto que las plantas tienen frente al sol,
de su riqueza inanimada y la quietud callada; que no sueñan
ni conocen la existencia de la zona gris,
ni lo remoto
ni el delirio de la agonía.
Tampoco las alucinaciones de la conciencia tibia, adormecida
sobre el pasto pisado por los bueyes,
que tampoco conocen ni buscan el fetichismo de la estupidez
por el que se embrutecen las fibras.

No conocen que es ser el nuevo obrero, nuevo otra vez, otra
como la nueva máquina de viejas fuerzas de las nuevas ideas.
No saben de la compasión,
ni que el entendimiento es mejor que la obediencia.
No saben que la razón avanza más que la ley
ni deducen que la pasión combina glorias y torturas.

Me sentí anónimo, pez, bajo la tranquilidad de los limoneros,
separado de la realidad entre lo real;
rotundo y asombrado por el testimonio inmenso de lo mudo.

Sucede a veces, y es misterio, que el mismo rostro,
tantas veces iluminado, se muestra nuevo
definido por un extraño y único rayo de luz mágica
que revela la belleza de lo otro; de aquello no visto
y sin embargo presente, acodado en las penumbras
de lo ordinario, sombras que son presencias opacas.

Así pasaba, que durante los años no pasaba nada,
sólo el tiempo en su rotundidad de hojas al vuelo
pero llena de sucesos la vida, sin fechas;
sin detalles por los que distinguir las estaciones.
Una mano, la sonrisa aquella, esa voz que recuerdo
todavía llamándome, el silencio reclamando silencio
al nombrar ausencias que hoy son vivas ficciones.

- No matarás tus sueños
y dejarás despiertos los sentidos, alerta
ante cualquier indicio de que se agosten.

Apagué la luz de los años
para encender el candil de los sucesos, ya hace tiempo
que miro entre rayo y rayo alejándome de la luz plana
cuando lo cubre todo, tanto como del profundo negro
los pesares; ese que siembra dudas y no alumbra.

...

Ciertamente das voz a la Poesía traslúcida que late dentro de todo, Mincholed. Abrazos, ERA

Siempre gracias por tus lecturas.

Un abrazo.
Ignacio

[Ignacio Mincholed]

Muy bello trabajo, amigo Ignacio, a mi juicio, de lo mejor que has publicado en Alaire.
Felicidades.
Abrazos.

Gracias Rafel, aprecio tus consideraciones.

Un abrazo.
Ignacio