
En el músculo y fibra de tu aliento
contraíamos besos sin olor,
la distancia era libre y opaca como el polvo,
con un rastro de miedos,
el cielo nos caía entre los dos.
Los vestigios del horizonte,
el lametón del fuego entre los árboles,
el surco del columpio en el hidrógeno.
En tu mirada ausculto mis latidos...
En mi espejo persigo la oscuridad del iris.
Me engañaste con el tormento.
Lo imité.
Ahora...
Ahora digamos que no se puede hacer nada en dos direcciones.