That thou should think it heavy unto thee?
(W. Shakespeare, Venus and Adonis)
cubierto el cielo nocturno,
vi que manaba un humor
de verde fluir confuso.
La noche brotaba anémonas
por todo su triple curso
como estrellas vegetales
consteladas sobre el musgo.
La luna entre los olivos,
vestida toda de luto,
guiñaba su rostro blanco
tras su mirar más profundo
e iluminada regó
con rayos de sol oscuro
rojo paisaje de heridas
como verde contrapunto:
todo su cuerpo quebrado,
triste en la tormenta junco,
espiraba por su boca,
más que clavel, lirio mustio;
eran sus ojos lejanos
como dos pequeños mundos:
en cada mundo, un dolor
y en cada dolor, un mundo.
Y yo, temblor de preguntas,
más por ansia que por gusto
—galaxias nuestras miradas—
así le hablé casi mudo:
«Tú, el más bello de los hombres,
el mejor de los desnudos,
con tu armadura de carne
y el pecho por todo escudo;
abierto brazos inmóvil
al abrazo que no pudo
del jardín entre los seres
encontrar igual alguno;
tu sangre tornada sombra,
la sombra resuelta humo
con tu espíritu eclipsado
y tu alma plena de nublos:
háblame de ese misterio,
amor de tierra tan crudo
que te taladra las sienes
y se derrama en tus muslos».
La noche, rota de verde,
espejo el cielo el más rubio,
universo fue gigante
a su pequeño susurro.
«Amor es un jabalí
—suave fiera— tozudo
que huye cuando lo llamo
y vuelve cuando le huyo;
un arado es su caricia
para sembrar plenilunios
en el cielo más estéril
y en el corazón más turbio;
es un enjambre de heridas
que el néctar roba inmaduro
y atolondra los planetas
con su livor de difunto;
tiene un nombre, tiene un rostro
y una voz que me sedujo
y me hizo caer humillado
de lo excelso a lo corrupto;
convertido a su llamada,
mi alado pecho convulso
lleva tatuado en sangre
malvado su fiel dibujo.
Que lo canten los olivos
con su vendaval murmullo:
¡si el amor no es para mí,
yo por siempre seré suyo!»
La hierba —luna su boca—
el vino sume el más puro
mientras su cuerpo se seca,
ya quebradizo cañuto.
«¿Dónde se fue tu vigor,
espiga del mes de junio?»
«Quizá se fundió al calor
del vientre más infecundo».
¿Cuántas veces habrá muerto
el grano que no da fruto?
Cuando amaneció en mi alma
se hizo de noche en su pulso.