
la madurez acude al ser humano, como árbol talado por el viento,
viento en contra que absorbe y escupe al mismo tiempo,
amparado por lluvias de vacíos, cobertizos de agua, corazones rallados.
Mitad hombre, mitad canto callado, el viaje nos transije hacia la muerte.
Cualquier cosa es el tiempo:
Una mirada, un baile en el espejo, un amanecer entre muebles.
Y no puede tocar ni ver esas distancias más cercanas, incluso próximas, contiguas, que se suman y crean horizontes.
Y en confines se pierde, como un pájaro que se hunde a por un pez.