Mi poesía es como jugar a la ruleta rusa.
Pero, conceptos aparte, mis sesos ya están desparramados.
Esa tarea ardua,
poner de acuerdo al hombre, al colectivo,
sin desechar la posibilidad
de su esencia quimérica.
Los discursos se vuelven fútiles, al respecto.
Yo podría escribir millones de poemas,
interpretables versos al servicio del caos.
No comienza por mí, repito,
la incomprensión del texto.
Hablo de todo.
Lo hago en sentido literal.
¿A qué se debe, pues, esa diversidad en sus exégesis?
¿Quizá sea que ustedes, mis lectores, no crean en la fuerza cognitiva?
Yo les debo mis máximos respetos
-Me he deshecho ya de las ambigüedades-.
No comprendo, o quizá sí que lo haga.
Háblenme de sus versos lo imposible del verso.
¿Por qué estamos aquí?
¿Para la multitud o el intelecto?
¿Se espera mucho más de la poesía?
¿Quién lo hace, sino quien desespera?
Si la iluminación fuese un concepto,
se diría que todo ha sido un sueño,
incluso un lujo.
"Estoy hasta los huevos de tener que lavarme la conciencia".